RESISTENCIA ESPIRITUAL CON CLARIDAD Y LIBERTAD

“Resistencia espiritual con claridad y libertad, así como con gran resolución” (Palabra interior).

Nuestro Padre Celestial ha confiado un gran tesoro a su Iglesia. Ella es remanso de la verdad y, por tanto, Dios le ha encomendado la tarea de instruir a los hombres y de alimentar y formar su vida espiritual.

Cuando el Padre, en su bondad, envió a su Hijo al mundo para redimirnos, éste pronunció las inolvidables palabras, válidas para todos los tiempos: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6).

Por tanto, la verdad nos ha sido confiada por Dios. No la hemos creado por nosotros mismos, ni es una posesión personal de la que podamos disponer arbitrariamente. La verdad se sostiene por sí misma y nos exige servirle con amor. No reconocer la verdad es seguir viviendo en la ceguera; evadirla es obstinarse en la mentira; negarla es incluso la muerte espiritual.

Puesto que la verdad es un tesoro tan grande que nos fue confiado, nuestro Padre espera que la defendamos cuando ella sea atacada. Aquellos que la amaron entrañablemente dieron todo y prefirieron entregar su vida antes que negar a Aquél que puede decir de sí mismo que Él es la Verdad.

Si la verdad encomendada a la Iglesia se ve atacada, relativizada o tergiversada, sea quien sea que lo haga, hay que ofrecer resistencia espiritual. Se necesitan hombres y mujeres que testifiquen con toda claridad, libertad y humildad que quieren permanecer fieles a la Iglesia y que no emprenderán caminos falsos. Deben tener presentes estas palabras de San Pablo:

“Aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema!” (Gal 1,8).