REFLEJO DEL AMOR DEL PADRE 

“Yo soy la verdadera fuente de la Ley, y vosotros debéis reflejarla. Puesto que Yo vengo a confirmaros una vez más que es una Ley del amor, vosotros deberíais ser apóstoles que, inflamados por el amor, busquen almas delicadas y suaves, para que Mi Reino de amor se expanda entre todos los hombres” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

El Padre quiere que seamos un reflejo de su amor. De muchas maneras ha de hacerse visible en cada uno de nosotros el amor de Dios. Así como nosotros, los hombres, no nos cansamos de contemplar la belleza de aquello que el Padre ha creado, asimismo –y mucho más aún– nuestro Padre se deleita en nosotros cuando ve su gloria reflejada en nuestro ser, cuando brotan de nuestro interior ríos de agua viva hacia el desierto de este mundo, cuando nos convertimos en portadores del agua de su amor:

“Me mostró el río de agua de la vida, claro como un cristal, procedente del trono de Dios y del Cordero. En medio de su plaza, y en una y otra orilla del río, está el árbol de la vida, que produce frutos doce veces: cada mes da fruto; y las hojas del árbol sirven para sanar a las naciones” (Ap 22,1-2).

Pero no sólo hemos de ser receptores de la gracia de Dios; sino que el Padre Celestial nos compromete activamente en la expansión de su Reino, como hijos inflamados por su amor. A través nuestro, Él quiere hallar “almas delicadas y suaves” y atraerlas a su Corazón; almas que sean receptivas para acoger el inconmensurable amor de Dios por nosotros, los hombres, y que luego se conviertan ellas mismas en mensajeras de este amor paternal.

Si nos convertimos en reflejo del amor del Padre, se dejarán encontrar aquellas almas que están sedientas y anhelantes de su amor. La Ley del amor las envolverá, de modo que encontrarán su hogar en este amor. Una vez que lo hayan hallado y bebido de la fuente del amor, será este mismo amor el que las impulse a señalarles a otras personas el camino hacia el árbol de la vida.

Así es como el Reino de Dios se expande entre los hombres.