“La gran obra de Cristo fue dar a conocer al Padre” (San Hilario de Poitiers).
¿Lo consiguió el Señor? En el Evangelio según San Juan, vemos todos los esfuerzos de Jesús por dejar claro a los judíos que el Padre lo ha enviado, que habla en su nombre, que solo dice lo que ha oído decir al Padre y hace lo que Él le encomienda. Jesús no se cansa de atribuir al Padre los abundantes signos que realiza, pues es Él quien actúa a través suyo y a Él quiere glorificarlo, porque no busca su propia gloria, sino la del Padre.
Pero no es fácil para Jesús, porque a menudo se encuentra ante corazones cerrados que no le conocen ni a Él ni al Padre, cuya presencia se hace patente en todo lo que el Señor hace y dice.
A lo largo de los siglos, muchas personas han conocido al Señor, han abrazado la fe en Él y, tal como Jesús le aseguró a Felipe, han visto al Padre a través suyo (Jn 14,9)
Podemos llegar a conocer cada vez más profundamente el deseo de Jesús de glorificar al Padre a través de todo lo que hace. El Padre es su gran amor y cumplir su voluntad es su alimento.
Por tanto, podemos dar la razón a san Hilario. Jesús lo hizo todo con tal de dar a conocer al Padre. La cuestión es si los hombres son conscientes de que un Padre amoroso quiere vivir con ellos en la más íntima comunión y hacerles partícipes de sus tesoros.
En el Mensaje a sor Eugenia Ravasio, nuestro Padre Celestial nos muestra que quiere ser conocido, honrado y amado por los hombres, que a menudo aún tienen una imagen falsa o imperfecta de Él.
Así pues, la tarea aún no ha culminado y nosotros, que seguimos a Cristo, estamos llamados a hacer lo mismo que Él: dar a conocer al Padre tal y como es en verdad para atraer su bendición sobre la humanidad.