“PORQUE DIOS ES DIOS”

«Jesús venció al mundo, no por la espada, sino por la cruz» (San Agustín).

No pocas veces concluyo los «3 Minutos para Abbá» exclamando: «¡Así es nuestro Padre!», siempre asombrado por descrubrir cómo es Él en verdad.

Nunca podremos conocerlo lo suficiente, y es un inmenso consuelo y una gran alegría saber que en la eternidad podremos estar con Dios para siempre, sin cansarnos de alabar su gloria y su amor. Con cada descubrimiento de su ser, se nos revela una nueva dimensión y se manifiesta una gloria indescriptible. Si pudiéramos contemplar a los santos serafines y preguntarles por qué arden de amor y adoran a Dios día y noche, probablemente responderían: «Porque Dios es Dios y porque Él es como es». Una forma celestial de decir: «¡Así es nuestro Padre!».

Pero ya aquí en la Tierra podemos llenarnos de asombro si tan solo asimilamos la frase de san Agustín que hemos escuchado hoy. El amado Hijo de Dios no conquistó a los hombres por la fuerza. No vino con legiones de ángeles para imponer su dominio. Antes bien, Jesús vino con el amor que todo lo vence y lo reveló al mundo en la cruz. Vino a pedirnos nuestro amor para colmarnos con los tesoros de la Redención.

Jesús nos conquista con un amor que nunca se rinde y nos busca sin cesar para rescatarnos del poder de las tinieblas. Nunca ha recurrido a la espada sangrienta para demostrar su omnipotencia. Nunca nos ha humillado para mostrar su grandeza. ¡No! Su hazaña sin igual fue la cruz: el sufrimiento voluntario para expiar nuestros pecados y cancelar la nota de cargo que pesaba sobre nosotros (Col 2, 14). Y todo aquel que lo mira en la cruz puede escuchar: «He hecho esto por ti, porque te amo y quiero que allí donde yo estoy, también estés tú por toda la eternidad» (cf. Jn 14, 3).

¿Y quién lo envió? ¡Nuestro Padre! ¡Así es nuestro Padre!