¿POR QUÉ PREOCUPARSE SI DIOS ESTÁ AHÍ?”



 

«Comprendo que alguien sufra o se sienta afligido, pero ¿por qué preocuparse si Dios está ahí?» (Venerable Anne de Guigné).

Estas palabras salen de la boca de una santa muy joven. Fue la misma Anne de Guigné quien dijo: «Nada es difícil si se ama a Dios». Nos encontramos aquí con una santa sencillez que simplemente asimila y deja penetrar en su alma las enseñanzas del Señor. Así se convirtieron para Anne en una realidad natural.

¿Quién puede contradecir su afirmación, siendo así que responde a la lógica espiritual? Si Dios está ahí, ¿por qué habríamos de preocuparnos? Sí, ¿por qué? Él está ahí y se valdrá de todo para el bien de los suyos.

A esa irresistible confianza infantil y a la despreocupación que se deriva de ella se habrá referido nuestro Señor cuando decía: «Dejad que los niños vengan conmigo, y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios. En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él» (Mc 10,14-15).

No se trata de un optimismo meramente humano que tiende a pasar por alto la realidad y, en consecuencia, no pocas veces juzga inapropiadamente las situaciones. Una actitud como la de Anne de Guigné, en cambio, está marcada por esa fuerte fe sobrenatural que nuestro Padre quiere encontrar en todos nosotros.

Ciertamente, no todos estamos en la tierna edad que tenía Anne de Guigné cuando pronunció estas palabras. Pero su contenido nos concierne a todos: «Descargad sobre Él todas vuestras preocupaciones, porque Él cuida de vosotros» (1Pe 5,7).

Si intentamos interiorizar en nuestro corazón las palabras en las que nuestro Señor nos exhorta a la despreocupación y a la confianza en Él, y luego las ponemos en práctica en las situaciones concretas, contrarrestando así las preocupaciones y todo tipo de sentimientos que quieren agobiarnos, entonces entenderemos mejor a la venerable Anne: «¿Por qué preocuparse si Dios está ahí?».