Permanecer firmes

Lc 21,12-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: esto os sucederá para dar testimonio. Así pues, no os propongáis preparar vuestra defensa; porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados incluso por padres y hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas.”

Durante los últimos días, escuchamos una serie de cuatro meditaciones sobre la virtud de la fortaleza, y el evangelio de hoy está perfectamente en línea con este tema, presentándonos ahora las situaciones más drásticas que pueden sobrevenir al cristiano: ser perseguido, arrestado, encarcelado, entregado por los propios padres, hermanos y demás familiares, brutalmente asesinado… Es como si el Señor nos dijera con toda claridad: “¡Debéis ser valientes y fuertes! ¡Estad preparados, porque debéis permanecer firmes!”

En lugar de suavizar o trivializar estas palabras de Jesús, confrontémonos a ellas… Quien no cierre sus ojos, podrá constatar que no es una realidad meramente del pasado o que sólo se vive hoy en día en determinadas regiones; sino que una “nube oscura” se cierne sobre muchos cristianos.

Los escenarios que vemos surgir en la crisis actual –en los cuales se ejerce presión sobre las personas para que, aun en contra de sus convicciones y de su conciencia, se sometan a una vacunación experimental–, tienen ya un cierto “olor” a persecución.

¿Exagerado? No, lamentablemente no.

En la meditación del 18 de noviembre me referí brevemente a este asunto (http://es.elijamission.net/obedecer-a-dios-antes-que-a-los-hombres-3/). Sin embargo, quisiera retomarlo hoy, puesto que es una cuestión que afecta a tantas personas. Existen diversos motivos por los que las personas no quieren participar en este experimento. Pero aquí me enfocaré en una razón, que se relaciona con lo que el Señor describe en el evangelio de hoy.

Entre los cristianos hay algunos que deciden no vacunarse por razones de conciencia. Para ellos, es una directriz del Señor lo que algunos prelados expresaron en el manifiesto “Veritas liberabit vos”: “Para los católicos es moralmente inaceptable inocularse con vacunas en cuya producción se haya utilizado material procedente de fetos abortados.” En este caso, estos fieles no se adhieren a ciertas declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que, por cierto, no son de carácter vinculante y en las cuales se da a entender que, dadas ciertas circunstancias, podría justificarse el uso de vacunas que hayan empleado líneas celulares embrionarias[1].

Así, se ven ahora cada vez más confrontados a medidas, tanto estatales como eclesiásticas, que restringen sus libertades. Además, no pocas veces tienen que escuchar reproches de parte de sus familiares o de los representantes de la Iglesia, que les acusan de estar atentando contra el amor al prójimo, de no asumir responsabilidad por su entorno, de ser egoístas, de poner en peligro la salud de otras personas, entre muchas otras acusaciones graves. Por causa de su decisión, se ven cada vez más marginados.

Aparte de que tales acusaciones no son fundadas, puesto que también las personas vacunadas pueden infectarse con el virus, contagiar a otros y sufrir graves efectos adversos (que pueden llevar hasta la muerte), se da aquí una intromisión ilegítima en la libertad de las personas. Para estos fieles, resulta particularmente triste el hecho de que los representantes de la Iglesia –que es su Madre– muchas veces hablen y actúen al unísono con los gobiernos y no ofrezcan ningún apoyo a los que, en conciencia, toman una decisión distinta. Así, ya ahora estos cristianos están siendo perseguidos por causa de su fe.

Si ahora observamos cómo en ciertos países las medidas se recrudecen cada vez más, ya no podemos descartar que en futuro incluso se lleve a la prisión a los que se niegan a vacunarse. En Austria se implementó en estos días la vacunación obligatoria, y quizá otros países sigan este reprobable ejemplo.

Hasta aquí llego con el tema de la situación actual.

Por supuesto que el evangelio de hoy no cuenta solamente para este tema; sino que se aplica siempre cuando sufrimos persecución por causa del Señor. Para tales circunstancias, Jesús nos da dos indicaciones:

  • No os propongáis preparar vuestra defensa.” El Espíritu Santo se encargará de ello. Por tanto, si permanecemos en la verdad sin apartarnos de ella, el Espíritu de la verdad nos inspirará las palabras adecuadas.
  • “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas.Aquí nuevamente entra en juego la virtud de la fortaleza: ¡perseverar! Recordemos que esta virtud nos enseña a soportar el sufrimiento, a no evadir la cruz. En situaciones como las que el Señor describe hoy en el evangelio, nuestra fortaleza será sometida a la “prueba de fuego”.

 

[1] Para mayor información sobre las objeciones morales, consulte la “Reflexión sobre la vacuna contra Covid-19”: http://es.elijamission.net/wp-content/uploads/2021/04/Impfbroschure-in-spanisch-DIN-A4_-ganze-Version.pdf

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