“PERMANECER FIELES A LA VERDAD”

«Si nuestra religión es realmente la verdad, si el Evangelio es realmente la Palabra de Dios, entonces debemos creer y vivir de acuerdo con ella, aunque fuéramos los únicos » (San Buenaventura).

Esta es la exigencia de la verdad, que no podemos pasar por alto si nos tomamos en serio nuestra fe católica. Quizá a algunos les resulte difícil sacar esta conclusión y vivir de acuerdo con ella, ya que esto les llevaría a entrar en conflicto con el espíritu del mundo y podría afectar incluso a sus relaciones más estrechas. Por eso, tendemos a hacer concesiones con tal de estar en armonía con los demás. Sin embargo, tales concesiones debilitan la fuerza de la fe y también la coherencia interior. En tal caso, difícilmente uno será capaz de sobrellevar pruebas, desventajas o persecución por causa de la fe.

¿Cómo lo ve nuestro Padre Celestial? Es fácil responder a esta pregunta si tenemos en cuenta lo atestiguado en el Antiguo y el Nuevo Testamento: ¡la verdad es Dios mismo! Jesús lo afirma explícitamente: «Yo soy la verdad» (Jn 14, 6). Por tanto, seguir la verdad significa seguir a Dios. En muchos relatos del Antiguo Testamento se puede constatar que, por ejemplo, Dios no tolera en absoluto la idolatría, sino que la considera una grave aberración cuyas consecuencias son de gran alcance, ya que se ha rechazado la verdad y se han abierto las puertas a la mentira y al engaño. Los ejemplos de este tipo son numerosos. Por causa de la verdad se puede incluso entregar la propia vida, pues sería morir por causa de Dios.

La religión católica es la verdad y el Evangelio es realmente la Palabra de Dios. A ello debemos aferrarnos firmemente con la gracia de Dios, sobre todo en tiempos en los que el «gran engaño» ha seducido a muchas personas.