PERMANECER EN DIOS EN LAS OBRAS

“Permaneced en mí, como yo en vosotros” (Jn 15,4).

Además de permanecer en Dios y Él en nosotros a través de la contemplación y la meditación, también existe el aspecto de permanecer en el Padre por medio de las obras que realizamos.

Podremos identificar muy bien estos distintos enfoques al observar, por ejemplo, las diferentes comunidades religiosas que tenemos en la Iglesia. Todas se esfuerzan por vivir en unión con el Padre Celestial en sus respectivas vocaciones y tienen la misma meta: cumplir la Voluntad del Señor. Este es el vínculo común de todos aquellos que siguen a Cristo, incluidos los laicos, cuya misión está en su familia, en su profesión y en las diversas tareas que se les presentan en este mundo.

Entre las órdenes religiosas conocemos comunidades contemplativas, a las que el Señor ha llamado a retirarse del mundo y a poner toda su vida al servicio de la Iglesia y de la humanidad a través de la oración y el sacrificio. También conocemos comunidades más relacionadas con la meditación de la Palabra de Dios y enfocadas en la predicación. Luego tenemos las comunidades activas, dedicadas al cuidado de los enfermos, a la educación y a las diversas actividades que el Señor les encomienda.

Aunque las órdenes activas también están cimentadas sobre la contemplación y la meditación, el énfasis de su vocación está más en la práctica de las obras de misericordia corporales. A través de estas obras, el Señor permanece en sus corazones, porque así dan testimonio de la bondad de nuestro Padre. Del mismo modo, también ellos permanecen en Él al llevar a cabo este servicio de misericordia. Ellos son un testimonio vivo de cómo el Padre sale en busca de los hombres para mostrarles su amor y servirles. En cada obra buena que realizan, Dios es glorificado. Cuanto más los religiosos testifiquen que están al servicio de Cristo, tanto más reconocerán los hombres que Dios es el origen y el autor de toda obra buena: “Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y alaben al Padre que está en los cielos” (Mt 5,16).

En todos estos modos de la permanencia en Dios, se cumple la Palabra del Señor: “Permaneced en mí, como yo en vosotros”. Para Él es una alegría estimularnos más y más a buscarle y a hacer realidad esta palabra de la Escritura en la íntima unión con Él: “En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús para que hagamos las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos” (Ef 2,10).