«Quien se esfuerza por vivir de acuerdo con la verdad y se preocupa poco por cómo le traten o le juzguen los demás, encuentra su serenidad en Dios» (Beato Enrique Suso).
Al hablar de «serenidad en Dios», el beato Enrique Suso se refiere a la paz interior, a la concordancia con la voluntad divina, al descanso del alma en el Señor. El enfoque está puesto en Dios y todas las potencias del alma se orientan hacia la verdad. En otras palabras, se trata de buscar constantemente y cumplir la voluntad de Dios. Esto nos recuerda la exhortación de Jesús: «Buscad primero el Reino de Dios» (Mt 6,33).
En efecto, cuando esta aspiración nos llena, todo lo demás pasa a un segundo plano en la jerarquía de valores, dando primacía a lo «único necesario» (cf. Lc 10,41-42). La relación con las personas también experimenta un cambio. Por un lado, nos volvemos más amorosos y, por otro, más libres con respecto a ellas, pues las otras personas ya no tienen para nosotros una importancia que no les corresponde y que podría hacernos perder nuestra libertad interior.
En este sentido, también debe entenderse la segunda parte de la frase de hoy. El enfoque en nuestro Padre celestial hace que dejemos de preocuparnos excesivamente por las reacciones de los demás. Los elogios pueden alegrarnos, pero no los buscamos. El desprecio, que por supuesto nunca es agradable, no nos desanima ni nos lleva a guardar rencor. Simplemente, no nos ocupamos demasiado del rechazo que podamos experimentar y no permitimos que nos detenga en nuestro camino.
Es evidente que la frase del beato Enrique Suso solo es válida si recorremos con sinceridad el camino del Señor. Ya tenemos bastante trabajo con eso, de modo que nuestra atención no esté dividida y pendiente del juicio de los hombres. Para ello se necesita bastante práctica, pero si se lo pedimos, nuestro Padre nos guiará hacia esta libertad interior.
