PEDIR EN EL NOMBRE DE JESÚS 

“Os aseguro también que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir, mi Padre que está en los cielos se lo concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”(Mt 18,19-20).

Jesús nos invita a vivir en una verdadera unidad con Él. Él mismo es el fundamento de esta unidad, porque nuestro Padre lo ha constituido como vínculo entre todo el género humano.

Si nos dirigimos al Padre en esta unidad con Jesús, ya no hay nada que se interponga para que Dios nos conceda todo aquello que le pedimos.

¿Acaso alguien ha escuchado jamás que el Padre le haya negado una petición a su amadísimo Hijo? ¿Alguien ha escuchado que alguna vez el Hijo pronunciara una petición que desagradara al Padre Celestial? ¡Imposible!

Por tanto, cuando nos congregamos en el Nombre de Jesús y dirigimos nuestras súplicas al Padre, le estamos rezando con Jesús. Entonces el Hijo de Dios intercede por nosotros y todas nuestras oraciones se elevarán como dulce y celestial fragancia al Trono del Padre y serán escuchadas.

¿Y qué podemos pedir? ¡Grandes cosas!

A nuestro Padre le encanta que pensemos a lo grande de Él y nos dirijamos llenos de confianza a Él. Sin caer en presunción, debemos presentar nuestras peticiones a Dios aún mucho más allá de nuestro ámbito personal.

Si pedimos en el Nombre de Jesús, el Espíritu Santo nos ayudará a comprender las intenciones más profundas del Corazón del Señor y a unirnos a ellas. Así, sus intenciones se convierten en nuestras intenciones; y las nuestras en las suyas. La oración del Señor se convierte en nuestra oración; y nuestra oración, en su oración.