PAZ EN DIOS

“Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Las Confesiones, i, 1, 1).

San Agustín, el incansable buscador de Dios, nos dejó estas maravillosas palabras. Con lo que sea que pretendamos llenar nuestro corazón, éste nunca hallará la verdadera paz ni la verdadera felicidad mientras no se abra al amor de Dios. ¡Sólo para este amor fue creado!

El Padre nos lo dice con las siguientes palabras en el Mensaje a la Madre Eugenia:

“El hombre no saboreará las verdaderas alegrías fuera de su Padre y Creador, pues su corazón está hecho sólo para Mí.”

Lamentablemente nosotros, los hombres, a menudo no lo hemos entendido aún. ¡Cuántas veces deambulamos sin rumbo para encontrar esta paz! Pero si no la buscamos en la relación con Dios, el corazón permanece insatisfecho. Pretendemos llenarlo con sustitutos, de modo que éstos vienen a ocupar el lugar de Dios en nuestro corazón, pero queda sólo un gran vacío interior.

En cambio, si le abrimos el corazón a nuestro Padre y se lo entregamos para que Él pueda entrar y morar en él, entonces hasta la profundidad de nuestra alma será llenada por Él. Así hallaremos aquella paz que proviene de vivir conforme a su santa Voluntad y que nos une a todos aquellos que también la cumplen.

Éste es el verdadero reino de paz, previsto para todos los hombres. De esta manera, en el Corazón de nuestro Padre Celestial las personas se convierten en hermanos. Esta paz es indestructible, y, si permanecemos fieles a Dios, será una fuente de constante alegría interior.