PASOS PARA AMAR A DIOS CON TODA LA MENTE

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22,37).

Si queremos seguir la amorosa invitación de nuestro Padre e intentamos centrar en Él todos nuestros pensamientos, es importante guardar en nuestra memoria las obras y la Palabra de Dios. Cuando meditamos los salmos, por ejemplo, veremos que una y otra vez se alaba y se admira con asombro y gratitud los portentos de Dios. Si interiorizamos ciertos pasajes de los salmos, éstos pueden resonar en nuestro interior como una “oración del corazón”, manteniendo despierta a nuestra alma en el recuerdo del Señor. También debemos convertir en una alabanza a Dios todo lo que nos sucede y vemos a nuestro alrededor.

El Evangelio nos dice que la Virgen María movía en su corazón las palabras de Jesús (cf. Lc 2,19), de modo que se asentaban en su interior y permanecían grabadas en su memoria. El Espíritu Santo le recordaba siempre las palabras de su Hijo.

Cuanto más interioricemos la Palabra del Señor y lo glorifiquemos con nuestra alabanza, tanto más alimento espiritual recibe nuestra alma. Empieza a adquirir gusto por la Palabra de Dios y, por otro lado, percibe claramente qué tipo de alimento recibe cuando está dispersa. Se queda vacía a nivel espiritual, abarrotada de contenidos inútiles y sin sentido, y empieza a anhelar nuevamente aquellas praderas cuyo alimento la fortalece y le da sabiduría.

Aunque no podamos simplemente dar órdenes a nuestros pensamientos para que de ahora en adelante se enfoquen sólo en Dios, sí que podemos preparar el terreno para que les resulte cada vez más fácil volverse a Él. Por una parte, podemos hacerlo al evitar los pensamientos inútiles, que hacen que nuestra alma se aletargue y se vuelva perezosa en lo espiritual, y que además podrían desagradar a nuestro Padre. En segundo lugar, podemos fomentarlo al acoger la Palabra de Dios y moverla en nuestro corazón, de manera que nuestra vida se convierta en una incesante alabanza de su bondad. De este modo, crece nuestro amor a Dios.

Recordemos el ejemplo que habíamos puesto en la primera de estas meditaciones sobre cómo amar a Dios con toda nuestra mente: así como la novia anhela a su amado y no desaprovecha ninguna ocasión para pensar en él, también nuestra alma ha de anhelar cada vez más a su Esposo divino e intentar recordarlo todo el tiempo.