Verdadero celo

Rom 6,19-23

Hablo en términos humanos, en atención a vuestra flaqueza natural. Pues, del mismo modo que ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la maldad, para obrar mal, ofrecedlos ahora a la justicia, para una vida de santidad. Verdad es que, cuando erais esclavos del pecado, erais libres en lo referente a la justicia. ¿Pero qué frutos cosechasteis entonces de todo aquello que ahora ya os avergüenza, y cuyo fin es la muerte? Pero ahora, libres ya del pecado y esclavos de Dios, dais frutos de santidad, cuyo fin es la vida eterna. El salario del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna, unidos a Cristo Jesús, Señor nuestro.

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El dominio sobre el pecado

Rom 6,12-18

No permitáis que el pecado reine en vuestro cuerpo mortal; de ese modo no acataréis sus deseos. Y no convirtáis vuestros miembros en instrumentos de injusticia al servicio del pecado. Ofreceos más bien a Dios como si fueseis muertos que han vuelto a la vida; y vuestros miembros, como instrumentos de justicia al servicio de Dios. Pues el pecado no volverá a dominaros, ya que no estáis a merced de la ley, sino bajo la gracia de Dios. Entonces, ¿qué? Si ya no estamos a merced de la ley, sino bajo la gracia, ¿podremos pecar? ¡De ningún modo! ¿No sabéis que, si os ofrecéis a alguien para obedecerle, os hacéis esclavos de ése a quien obedecéis? Así, la esclavitud al pecado conduce a la muerte, y la obediencia a Dios, a la justicia.

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Esperar al Señor

Lc 12,35-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas, y sed como ésos que esperan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle en cuanto llegue y llame. Dichosos los siervos a quienes el señor, al venir, encuentre velando. Os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa e irá sirviéndolos uno tras otro. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, ¡dichosos ellos, si los encuentra así!”

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Combate contra la avaricia

Lc 12,13-21

En aquel tiempo, uno de los presentes dijo a Jesús: “Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.” Él le respondió: “¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?” Y añadió: “Guardaos muy bien de toda codicia, porque las riquezas no garantizan la vida de un hombre, por muchas que tenga.” Les dijo una parábola: “Los campos de cierto hombre rico dieron una abundante cosecha; y pensaba para sus adentros: ‘¿Qué haré ahora, si no tengo dónde almacenar todo el grano?’ Entonces se dijo: ‘Ya sé lo que voy a hacer.

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Mt 22,15-21

En aquel tiempo, los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprender a Jesús en alguna palabra. Así que enviaron a sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza, y no te importa de nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece: ¿es lícito pagar tributo al César o no?” Mas Jesús, adivinando su malicia, dijo: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo.”

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El Espíritu Santo: la clave para permanecer firmes

Lc 12,8-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os digo que si alguien se declara a mi favor ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará a su favor ante los ángeles de Dios. Pero si alguien me niega delante de los hombres, también será negado delante de los ángeles de Dios. A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir.”

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Nada de hipocresía

Lc 12,1-7

En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay oculto que no sea descubierto, ni secreto que no llegue a saberse. Porque cuanto hayáis dicho en la oscuridad será escuchado a la luz; cuanto hayáis hablado al oído bajo techo será pregonado sobre los terrados. 

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El tiempo de la paciencia de Dios

Rom 3,21-30a

Ahora, independientemente de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios de la que hablaron la ley y los profetas. Se trata de la justicia que Dios, mediante la fe en Jesucristo, otorgó a todos los que creen –pues no hay diferencia; todos pecaron y están privados de la gloria–. Éstos son justificados por Él gratuitamente, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús. A él lo ha puesto Dios como propiciatorio en su sangre –mediante la fe– para mostrar su justicia tolerando los pecados precedentes, en el tiempo de la paciencia de Dios, con el fin de mostrar su justicia en el tiempo presente, y así ser Él justo y justificar al que vive de la fe en Jesús. 

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Os envío como ovejas en medio de lobos

Lc 10,1-9

En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las poblaciones y sitios adonde él había de ir. Pero antes les dijo: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id, pero sabed que os envío como ovejas en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

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Dios se manifiesta en las obras de la Creación

Rom 1,16-25

Yo no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío en primer lugar, pero también del griego. Porque en él se revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la Escritura: ‘El justo vivirá por la fe’. En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra las maldades e injusticias de los hombres que aprisionan la verdad con su injusticia, pues ellos tienen claro lo que se puede conocer de Dios, ya que el propio Dios se lo manifestó.

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