Jesús: el camino, la verdad y la vida

 

Jn 14,6-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.” Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.” Respondió Jesús: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.

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Escuchar al Espíritu Santo

Hch 15,7-21

En aquellos días, después de una larga discusión, Pedro se levantó y les dijo: “Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la palabra de la Buena Nueva y creyeran. Y Dios, que conoce el interior de las personas, dio testimonio en su favor comunicándoles el Espíritu Santo, como a nosotros. Y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios imponiendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros antepasados ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, de mismo modo que ellos.”

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La santificación del trabajo

 

Col 3,14-15.17.23-24 (Lectura correspondiente a la Memoria de San José obrero)

Por encima de todo, revestíos del amor, que es el broche de la perfección. Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo cuerpo. Y sed agradecidos. Todo cuanto hagáis, de palabra y de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como si fuera para el Señor y no para los hombres, conscientes de que el Señor os dará la herencia en recompensa. El Amo a quien servís es Cristo.

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La verdadera paz de Cristo

Jn 14,27-31a

Jesús dijo a sus discípulos: “Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No os sintáis turbados, y no os acobardéis. Ya me habéis oído decir: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y esto os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero el mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado.” 

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Proclamar el Evangelio con sabiduría

Hch 14,5-18

Al producirse en Iconio un tumulto, judíos y gentiles, junto con sus jefes, se unieron finalmente para ultrajarlos y apedrearlos. Ellos, al enterarse, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y sus alrededores. También aquí se pusieron a anunciar la Buena Nueva. Había en Listra un hombre tullido de pies, cojo de nacimiento, que nunca había andado. Un día estaba escuchando hablar a Pablo. Pablo se quedó mirándolo fijamente y, viendo que tenía fe para ser curado, le dijo con fuerte voz: “Ponte derecho sobre tus pies.” El hombre se levantó de un salto y se puso a caminar.

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Producir abundante fruto

Jn 15,1-8

Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Él corta todo sarmiento que en mí no da fruto, y limpia todo el que da fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la palabra que os he dicho. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros podréis si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

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Amar el amor de Dios

 

Jn 14,7-14

Jesús dijo a sus discípulos: “Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.” Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.” Respondió Jesús: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que os digo no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.

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El plan del Señor subsiste por siempre

Hch 13,26-33

En aquellos días, cuando llegó Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga: “Hermanos, hijos de la raza de Abrahán, y cuantos entre vosotros teméis a Dios: a vosotros ha sido enviada esta palabra de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Aunque no hallaron en él ningún motivo de condena, pidieron a Pilato que le hiciera morir. Y cuando hubieron cumplido todo lo que estaba escrito respecto a él, lo bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos.

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Anunciad el Evangelio a toda creatura

Mc 16,15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará. A los que crean acompañarán estos milagros: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes con las manos y, si bebieran algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados.” El Señor, Jesús, después de hablarles, se elevó al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Y ellos, partiendo de allí, predicaron por todas partes, y el Señor cooperaba y confirmaba la palabra con los milagros que la acompañaban.

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La luz del Hijo de Dios

Jn 12, 44-50

En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga entre tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no es capaz de guardarlas, yo no le juzgo, pues no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no acoge mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la palabra que yo he pronunciado lo juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo es lo que el Padre me ha dicho a mí.”

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