Amado Padre, en el maravilloso Mensaje que transmitiste a la Madre Eugenia Ravasio, nos cuentas cómo acompañaste a un cierto hombre durante toda su vida y lo colmaste de bendiciones. Sin embargo, aquel hombre no correspondió a tu cortejo; sino que se enredó en el pecado, ofendiéndote así constantemente. Pero Tú no cesaste de llamarlo ni de luchar por él. Poco antes de su muerte, finalmente se arrepintió de su mala vida y te invocó con el nombre de “Padre”; y Tú te alegraste de poder perdonarlo y de que esté junto a Ti en la eternidad.
NOVENA A DIOS PADRE – Día 3: “Padre, quiero ser luz tuya”
Amado Padre, esta serie de meditaciones es una Novena en tu honor, y ha de ayudar a los hombres –tus amados hijos– a conocerte más profundamente.
También ha de servir para que pronto se cumpla tu deseo de que la Iglesia instaure una Fiesta litúrgica, en la cual Tú seas honrado como “Padre de toda la humanidad”. Este anhelo Tuyo se lo confiaste a la Madre Eugenia Ravasio.
NOVENA A DIOS PADRE – Día 2: “Tú, Padre, eres la vida”
Conocerte, oh Padre, es la vida; la verdadera vida; la vida eterna…
En efecto, es esto lo que siempre buscamos… Constantemente estamos a la mira de algo que nos llene, que nos haga felices –según nuestro concepto de felicidad–; de algo que perdure… Pero, ¿puede acaso haber verdadera felicidad sin Ti?
NOVENA A DIOS PADRE – Día 1: “¡Tú eres mi Padre!”
En 1932, Dios Padre se apareció a una religiosa italiana, Sor Eugenia Ravasio, y le transmitió un mensaje para toda la humanidad (https://www.amadopadrecelestial.org/mensaje). Básicamente, se trata de una declaración de amor a los hombres. Este mensaje fue cautelosamente examinado por encargo del obispo de Grenoble, diócesis donde tuvieron lugar los acontecimientos, quien concluyó que su origen no podía explicarse sino sobrenaturalmente. Uno de los deseos expresados por Dios Padre en este Mensaje es la instauración de una fiesta litúrgica en su honor cada 7 de agosto. Aunque sólo la jerarquía eclesiástica puede implementarla oficialmente, podemos desde ya celebrarla a nivel privado y dedicarle de forma especial ese día a nuestro Padre Celestial. En ese sentido, iniciamos desde mañana, 29 de julio, una Novena a Dios Padre en preparación para su fiesta.
El Fin de los Tiempos
Lc 21,9-19 (Evangelio de la memoria de San Nazario y San Celso según el leccionario tradicional)
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis. Es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.” Y añadió: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino; habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares; se verán cosas espantosas y grandes señales en el cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: esto os sucederá para dar testimonio.
Una advertencia para todos los tiempos
Gen 18,20-32
En aquellos días, el Señor dijo: “El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí; y si no, lo sabré”. Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor. Abrahán se acercó y le dijo: “¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta justos en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?”. El Señor contestó:
Ojos para ver y oídos para oír
Mt 13,16-17
Evangelio correspondiente a la memoria de San Joaquín y Santa Ana
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.”
El servicio es la verdadera grandeza
Mt 20,20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le preguntó: “¿Qué quieres?” Respondió ella: “Manda que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.” Replicó Jesús: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?” Respondieron: “Sí, podemos.” Entonces les dijo: “Desde luego que beberéis mi copa. Pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mis manos concederlo. Será para quienes mi Padre lo tenga dispuesto.”
Al oír esto los otros diez, se indignaron con los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, pues el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.”
Seguir el impulso de la gracia
Mt 13,10-17
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?” Él les respondió: “A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque mirando no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis; mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos y han cerrado sus ojos; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane.’ ¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.”
La Palabra del Señor
Mt 13,1-9
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!”