Así habla el Señor: “Yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto. Aquel día -oráculo del Señor- tú me llamarás: ‘Mi esposo’ y ya no me llamarás: ‘Mi Baal’.
En aquella ocasión Jesús declaró: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo quiera revelarlo. Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga es ligera.”
Aquel día levantaré la cabaña ruinosa de David; repararé sus brechas, restauraré sus ruinas; la reconstruiré para que quede como en los días de antaño, para que lleguen a poseer lo que queda de Edom y todas las naciones sobre las que se invocó mi nombre, oráculo de Yahvé, el que hace esto.
Evangelio correspondiente a la Fiesta del Apóstol Tomás
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor.” Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de sus clavos y mi mano en su costado, no creeré.”
El sacerdote de Betel, Amasías, mandó decir a Jeroboam, rey de Israel: “Amós conspira contra ti en medio de la casa de Israel; ya no puede la tierra soportar todas sus palabras. Porque Amós anda diciendo: ‘A espada morirá Jeroboam, e Israel será deportado de su suelo.’” Y Amasías dijo a Amós: “Vete, vidente; huye a la tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. Pero en Betel no has de seguir profetizando, porque es el santuario del rey y la Casa del reino.”
Buscad el bien, no el mal. De ese modo viviréis, y estará con vosotros Yahvé Sebaot, tal como decís. Aborreced el mal, amad el bien, implantad el derecho en la Puerta; quizá Yahvé Sebaot tenga piedad del Resto de José. Yo detesto, odio vuestras fiestas, no me aplacan vuestras solemnidades. Si me ofrecéis holocaustos… no me satisfacen vuestras oblaciones, ni miro vuestros sacrificios de comunión, de novillos cebados. ¡Aparta de mí el rumor de tus canciones, no quiero oír la salmodia de tus arpas! ¡Que fluya, sí, el derecho como agua y la justicia como arroyo perenne!
El conocimiento de sí que procede del Espíritu trae consuelo, pues nos conduce a la Cruz de Cristo, que es el trono de la gracia en el que alcanzamos perdón y misericordia.
El texto del P. Sladek sobre el autoengaño, que leímos en estos últimos tres días, nos mostró cuán importante es cuidarnos de la ceguera espiritual y evitar cualquier fingimiento en nuestra imitación de Cristo. Jesús nos advierte de esta ceguera al hablar de la viga que llevamos en nuestro ojo sin darnos cuenta (cf. Mt 7,5).
¿Cómo puede surgir un autoengaño y cómo puede ser superado?
En este día, concluiremos el texto del autoengaño y de la ceguera espiritual que habíamos venido leyendo en los últimos días. Después, hará falta mencionar algunas conclusiones y recomendaciones acerca de las causas que favorecen el autoengaño y cómo podemos despertar de él. A esto nos dedicaremos en la reflexión de mañana.
Ahora retomemos el texto del P. Sladek con algunos comentarios personales míos.
A partir de ayer, estamos reflexionando sobre un importante tema espiritual, que ha de ayudarnos a despertar enteramente a la verdad, para que nuestro seguimiento de Cristo quede libre de ilusiones y nuestro testimonio pueda así ser más eficaz en el mundo. Se trata del “autoengaño”…
En uno de los salmos podemos leer las siguientes palabras: “¿Quién se da cuenta de sus propios yerros? De las faltas ocultas límpiame.” (Sal 19,13). En varios pasajes del Nuevo Testamento, Jesús señala la ceguera de los fariseos y de los escribas. Dios conoce el corazón del hombre y nada está escondido ante Él.
Durante los próximos días, trataremos un tema de mucha importancia, que podrá ser de gran provecho para nuestro camino de seguimiento de Cristo: el autoengaño. Tomaremos como base un texto escrito por el Padre Paulus Sladek OSA. Éste podrá servirnos en muchos aspectos, pero en primer lugar será para conocernos mejor a nosotros mismos, lo cual es esencial para llevar una auténtica vida espiritual. Por otra parte, el texto también nos dará pautas para realizar un discernimiento de los espíritus más acertado, de manera que podamos ayudar a personas que viven en un autoengaño, sea total o parcial.