Se le presentaron su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la gente. Le avisaron: “Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.” Pero él les respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen.”
Lectura correspondiente a la Fiesta del Apóstol Mateo
Hermanos: Yo, prisionero por el Señor, os exhorto a que viváis de una manera digna de la llamada que habéis recibido: con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Pues uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como es una la esperanza a que habéis sido llamados. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.
Tengo la plena seguridad, ahora como siempre, de que Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues para mí la vida es Cristo, y el morir, una ganancia. Pero si el vivir en el cuerpo significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger… Me siento apremiado por ambos extremos. Por un lado, desearía partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otro, quedarme en el cuerpo es más necesario para vosotros. Lo que importa es que llevéis una conducta digna del Evangelio de Cristo.
Reuniéndose una gran muchedumbre que de todas las ciudades acudía a Jesús, dijo esta parábola: “Salió el sembrador a sembrar su semilla; y al echar la semilla, parte cayó junto al camino, y fue pisoteada y se la comieron las aves del cielo. Parte cayó sobre piedras, y cuando nació se secó por falta de humedad. Otra parte cayó en medio de las espinas, y habiendo crecido con ella las espinas la ahogaron. Y otra cayó en la tierra buena, y cuando nació dio fruto al ciento por uno”.
Hermanos, si predicamos que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo andan diciendo algunos de vosotros que no hay resurrección de los muertos? Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, nuestra predicación es vana, y vana también vuestra fe.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en casa del fariseo y se recostó a la mesa. Y entonces una mujer pecadora que había en la ciudad, al enterarse que estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro con perfume, y, colocándose detrás de él, se puso a sus pies llorando y comenzó a bañarle los pies con sus lágrimas, y los enjugaba con sus cabellos, los besaba y los ungía con el perfume.
Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía.
Si tenemos presente los cuatro pilares que mencionamos en la meditación de ayer, tendremos un buen punto de partida para resistir a la corriente anticristiana.Recordemos cuáles eran estos cuatro pilares: clara doctrina de la Iglesia, una enseñanza moral sin ambigüedades, auténtica misión y fervor en la lucha por la santidad.
Con la meditación de hoy, vamos llegando al final de esta serie sobre el Anticristo. Mañana será la última. Sé que muchas preguntas quedan abiertas aún y necesitan ser profundizadas. Por tanto, en la meditación de mañana señalaré en qué marco continuaré tratando este tema, distinto al de las meditaciones diarias, particularmente para aquellos que se sienten llamados por el Señor a ofrecer resistencia conscientemente contra las tendencias y los poderes anticristianos. Para la amplia audiencia de las meditaciones diarias, quisiera dar ahora algunos consejos, que podrían serles provechosos.
Después de haber reflexionado sobre el Anticristo desde diversas perspectivas, citando los correspondientes pasajes bíblicos y obras literarias que tratan esta temática, e incluyendo también la dimensión profética (como, por ejemplo, los mensajes marianos y afirmaciones de otros santos), se plantea con urgencia la cuestión de qué tan fuertemente está actuando e influyendo el espíritu anticristiano en nuestra Iglesia.