Aun en la oscuridad Jesús está con nosotros

Jn 6,16-21

Al atardecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar; subieron a una barca y se dirigieron al otro lado del mar, a Cafarnaún. Había ya oscurecido, pero Jesús todavía no había llegado. Soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse. Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y sintieron miedo. Pero él les dijo: “Soy yo. No temáis.” Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían. 

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La interpretación correcta de los signos

Jn 6,1-15

En aquel tiempo, Jesús se trasladó a la otra ribera del mar de Galilea (el de Tiberíades), y mucha gente le seguía, porque veían los signos que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. (Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.) Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él tanta gente, preguntó a Felipe: “¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?” Se lo decía para probarle, porque él ya sabía lo que iba a hacer.

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La envidia destructiva

Hch 5,17-26

En aquellos días, el sumo sacerdote y todos los que le acompañaban, que eran de la secta de los saduceos, se levantaron llenos de envidia. Prendieron a los apóstoles y los metieron en la prisión pública. Pero un ángel del Señor abrió de noche las puertas de la cárcel, los sacó y les dijo: “Salid, presentaos en el Templo y predicad al pueblo toda la doctrina que concierne a esta Vida”.

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Anunciar el evangelio con valentía

Hch 4,23-31

En aquellos días, Pedro y Juan, puestos en libertad, fueron donde los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y ancianos. Al oírlo, todos a una elevaron su voz y dijeron: “Señor, tú hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; tú dijiste por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo: ¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos maquinan vanos proyectos? Se han congregado los reyes de la tierra y los jefes se han aliado contra el Señor y contra su Ungido.

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La fe vence al mundo

1Jn 5,1-6

Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a aquel que da el ser amará también al que ha nacido de él. En esto podemos conocer que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues el amor a Dios consiste en guardar sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que nace de Dios vence al mundo. Y la fuerza que vence al mundo es nuestra fe.

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Obedecer a Dios antes que a los hombres

Hch 4,13-21

En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas quedaron sorprendidos al ver la valentía de Pedro y Juan, sabiendo además que eran hombres sin instrucción ni cultura. Por una parte, reconocían que Pedro y Juan habían estado con Jesús; y, al mismo tiempo, veían de pie, junto a ellos, al hombre que había sido curado; así que no podían replicar.

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El testimonio de Pedro

Hch 4,1-12

 En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, después de que el tullido fuese sanado, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos, indignados porque enseñaban al pueblo y anunciaban en la persona de Jesús la resurrección de los muertos. Les echaron mano y los pusieron bajo custodia hasta el día siguiente, pues ya caía la tarde. Sin embargo, muchos de los que habían oído hablar el discurso creyeron; y el número, contando sólo los hombres, era de unos cinco mil.

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El tiempo de la consolación

Hch 3,11-26

Como el tullido curado no soltaba a Pedro y a Juan, toda la gente, presa de estupor, corrió hacia ellos al pórtico llamado de Salomón. Pedro, al percatarse de esto, se dirigió así a la gente: “Israelitas, ¿por qué os admiráis de lo sucedido, o por qué nos miráis fijamente, como si nosotros hubiéramos hecho andar a este hombre con nuestro poder o piedad? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste había decidido ponerlo en libertad.

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