Salvados por la gracia

«Podemos cooperar en la edificación del Reino de Dios, en el cual Nuestro Señor ejerce Su dominio de amor, junto con la Reina de los corazones, nuestra Madre María.»

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Ef 2,1-10

Hermanos: vosotros estabais muertos a causa de vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el príncipe del imperio del aire, el espíritu que actúa en los rebeldes… entre ellos vivíamos también  todos nosotros en otro tiempo, sujetos a las concupiscencias y apetencias de nuestra naturaleza humana, y a los malos pensamientos, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás. Pero Dios, rico en misericordia, movido por el gran amor que nos tenía, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo –por gracia habéis sido salvados–, y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús.

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Atención frente a los elogios

«Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.»

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Mt 22,15-21

En aquel tiempo, los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprender a Jesús en alguna palabra. Así que enviaron a sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza, y no te importa de nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece: ¿es lícito pagar tributo al César o no?”

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La ascesis (Parte 5)

«La ascética es parte de nuestra armadura para el combate.»

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Hoy trataremos el tema de cómo manejar nuestros pensamientos y sentimientos en el sentido de la formación espiritual, que implica la ascética.

“Los pensamientos retorcidos apartan de Dios” –nos dice el Libro de la Sabiduría (1,3).  “Él [el Espíritu Santo] se aleja de los pensamientos vacíos” (1,5b).

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La ascesis (Parte 4)

«Dichosos los limpios de corazón» (Mt 5,8)

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Una vez que hayamos aprendido a ordenar nuestra excesiva locuacidad, y ya no digamos simplemente todo hacia afuera, sin haberlo examinado, el siguiente paso será “qué” es lo que decimos y “cómo” lo decimos.

El Apóstol nos advierte: “Que no salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino lo que sea bueno.” (Ef 4,29), y en otra parte nos dice:“Desechad también vosotros todas estas cosas: (…) la blasfemia y la conversación deshonesta en vuestros labios.” (Col 3,8)

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La ascesis (Parte 3)

“Coloca, Señor, una guardia en mi boca, un centinela a la puerta de mis labios” (Sal 141,3)

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El combate contra nuestras inclinaciones desordenadas no puede limitarse únicamente a la esfera de los sentidos, que han de ser refrenados para que no nos debiliten e incluso nos dispongan más fácilmente al pecado. La ascética debe aplicarse también a las inclinaciones desordenadas a nivel mental y espiritual, porque también éstas afectan al alma.

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La ascesis (Parte 2)

«Si con el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.» (Rom 8,13b)

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Como habíamos visto en la meditación de ayer, la ascética tiene como fin disponernos mejor a cumplir la Voluntad de Dios y a no dejarnos dominar por las inclinaciones de nuestra naturaleza caída. La ascética es, entonces, un medio; un esfuerzo imprescindible, que está al servicio de una meta concreta: mejorar por nuestra parte las disposiciones para poder unificarnos con la Voluntad de Dios. Desde este punto de vista, las prácticas ascéticas y la ascesis como tal adquieren su sentido más profundo y su nobleza.

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La ascesis (Parte 1)

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Para avanzar en el camino de seguimiento de Cristo, será una gran ayuda la ascética, pues no podemos olvidar que, a lo largo de toda nuestra vida, nos encontramos en un combate, que, con la gracia de Dios, hemos de librar como corresponde. Este combate se da en varios niveles. Hoy quisiera hablar sobre la “armadura básica” que constituye la ascética en esta lucha.

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La responsabilidad de la fe

«La luz que ahora -desde que Jesús vino al mundo- brilla sobre la humanidad es más intensa que nunca.»

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Lc 11,29-32

Comenzó Jesús a decir a la gente reunida junto a él: “Esta generación es una generación malvada; pide un signo, pero no se le dará otro signo que el de Jonás. Porque así como Jonás fue signo para la gente de Nínive, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón; y aquí hay algo más que Salomón. La gente de Nínive se levantará en el Juicio con esta generación y la condenarán, porque al menos ellos se convirtieron con la predicación de Jonás; y aquí hay algo más que Jonás.”

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El traje de fiesta

«Hay una sola condición para participar en el Banquete de Bodas: se necesita un traje de fiesta…»

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Mt 22,1-14

Tomó Jesús de nuevo la palabra y les habló en parábolas. Les dijo: “El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: ‘Mirad, mi banquete ya está preparado. Ya han sido matados mis novillos y animales cebados, y todo está a punto. Venid a la boda.’

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La Ley como pedagogo

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Gal 3,22-29

La Escritura encerró todas las cosas bajo el pecado, para que la promesa fuese dada a los creyentes por la fe en Jesucristo. Antes de que llegara la fe, estábamos prisioneros, custodiados por la Ley, en espera de la fe que debía ser revelada. Por consiguiente, la Ley ha sido nuestro pedagogo, que nos condujo a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe; pero cuando ha llegado la fe, ya no estamos sujetos al pedagogo.

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