Crecer en el amor

1Tes 3,12–4,2 

Hermanos, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor mutuo -y en el amor para con todos-, como es nuestro amor para con vosotros. De ese modo, se consolidarán vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, de cara a la Venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos. Por lo demás, hermanos, os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús a que os comportéis y agradéis a Dios tal como nosotros os enseñamos, y a que continuéis progresando en ese camino. Sabéis, en efecto, las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús.

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Sólo Dios es la verdadera esperanza

Lc 21,34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad que no se emboten vuestros corazones por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo, para que tengáis fuerza, logréis escapar y podáis manteneros en pie delante del Hijo del hombre.”

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Yo os daré las palabras y la sabiduría

Hoy celebramos la memoria de Santa Catalina de Alejandría, que vivió entre el siglo III y IV. En su vida se aplican perfectamente las palabras de Jesús que habíamos escuchado en el evangelio de ayer:

“No os propongáis preparar vuestra defensa; porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios” (Lc 21,14-15).

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Permanecer firmes

Lc 21,12-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: esto os sucederá para dar testimonio. Así pues, no os propongáis preparar vuestra defensa; porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados incluso por padres y hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas.”

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La virtud de la fortaleza (Parte IV)

En la meditación de ayer, habíamos escuchado que, según San Juan de la Cruz, cuando uno toma la decisión de emprender más intensamente el camino de seguimiento de Cristo, el Diablo trata de impedir el paso decisivo, infundiéndonos miedo, distrayéndonos y tentándonos de diversas formas. No pocas veces los obstáculos pueden venir de parte de las personas más cercanas a nosotros, pero que no se han decidido por seguir enteramente al Señor, ni entienden este camino. Incluso pueden ser personas piadosas, pero que no tienen una relación lo suficientemente profunda con el Señor como para comprender el misterio entre Dios y el alma llamada por Él. Así, puede suceder que estas personas crean tener que desaconsejar o incluso advertir de emprender este camino más intenso.

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La virtud de la fortaleza (Parte III)

Habíamos reflexionado sobre la virtud de la fortaleza en contexto con las lecturas del libro de los Macabeos; aquellos hombres y mujeres valientes del Pueblo de Israel. También señalé que necesitamos esta virtud para nuestro testimonio cristiano en el mundo, que, en un caso extremo, puede llegar hasta el martirio. Podemos entrenarnos en la virtud de la fortaleza, y no debemos dejarnos desanimar en caso de que seamos temerosos por naturaleza. La historia de la novicia Blanca de la Force (narrada en la novela de Gertud von Le Fort: “La última del cadalso”) puede alentar a estas almas temerosas, mostrándoles que también ellas pueden ser capaces de actos heroicos.

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Solemnidad de Cristo Rey: “Mi Reino no es de este mundo”

Jn 18,33-37

En aquel tiempo, Pilato preguntó a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Respondió Jesús: “¿Dices eso por tu cuenta o es que otros te lo han dicho de mí?” Pilato contestó: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?” Respondió Jesús: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.” Entonces Pilato le dijo: “¿Luego tú eres rey?” Respondió Jesús: “Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

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La virtud de la fortaleza (Parte I)

Las lecturas de los últimos días nos presentaron impresionantes ejemplos de fe, fidelidad y fortaleza. Por ello, he decidido dedicar la meditación de hoy y de los próximos dos días a la virtud cardinal de la fortaleza. En estos tiempos de confusión, resulta particularmente importante aspirar y practicar esta virtud, para poder resistir a las diversas tentaciones que se nos ofrecen. Tomemos como modelo a aquellas personas que conocimos en las lecturas de los últimos días, que nos mostraron que la obediencia y la fidelidad a Dios están por encima de todos los valores terrenales y que, con la ayuda de Dios, incluso es posible vencer el miedo.

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