La luz sobre el candelero

Mc 4,21-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: «¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.» Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.»

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La gracia del perdón

Hb 10,11-20

Todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios, que nunca pueden borrar pecados. Él, por el contrario, tras haber ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre, esperando desde entonces que sus enemigos sean puestos como escabel de sus pies. Mediante una sola oblación ha llevado a la perfección definitiva a los santificados.

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Reflexión conclusiva sobre la audionovela: “Santa Inés en el séquito del Cordero”

En primera instancia, quisiera agradecer al Señor y a Santa Inés por habernos permitido conocer tan de cerca la historia de esta santa, a través del servicio de Harpa Dei. Quizá después de estos días algunos pueden hacer suyas las palabras que decía San Ambrosio al final de la audionovela: “Esta pequeña me ha cautivado; ha conquistado mi corazón.”

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Santa Inés en el séquito del Cordero (Parte IV): «Fiel hasta la muerte»

ESCENA 1

AMBROSIO: Hermanos míos, ¿recordáis lo que en la parábola le dijo Abraham al rico epulón? “Si no creen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque uno resucite de entre los muertos” (Lc 16,31). Pues bien, sucedió exactamente así cuando Claudio hubo resucitado. Aquella generación, que no había creído el elocuente testimonio de tantos mártires, tampoco al ver este potente signo se convirtió de sus malas obras ni dio la gloria al Dios del cielo (Ap 16,9.11). Antes bien, así como en su tiempo los fariseos quisieron aniquilar el testimonio del Lázaro a quien Jesús hubo resucitado, los sacerdotes de los ídolos enviaron a Claudio al destierro, para silenciar este viviente testimonio a favor de Cristo. Su padre Minucio Rufo, Prefecto y Supremo Juez de Roma, al ver tan grande milagro, quiso una vez más salvar a Inés; pero temió la cólera del pueblo y abdicó su autoridad en manos de su representante, por nombre Aspasiano.

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Santa Inés en el séquito del Cordero (Parte III): «Intacta en su pureza»

ESCENA 12

PREFECTO MINUCIO RUFO: Hoy abro la última sesión de este proceso, para anunciar pública y solemnemente la sentencia contra la acusada. ¡Levántate, acusada, para escuchar el dictamen de la Suprema Corte de Justicia de Roma! En nombre del Augusto Emperador, de la santa Ciudad de Roma y del pueblo romano. En su duodécimo año de vida, la virgen Inés, hija del patricio Honorio Plácido y su esposa Laurencia, ha sido acusada de alta traición y de blasfemia. Después de haber investigado los hechos y examinado justa e imparcialmente a la persona de la acusada en sus actos y omisiones, ponderando el grado de su responsabilidad y el peso de sus propias declaraciones, dictamos la siguiente sentencia: La acusada es hallada culpable de blasfemia. Aunque la acusada afirme que renunciar a nuestros dioses no necesariamente implica blasfemar contra ellos, es evidente que la fe en los dioses resulta del todo incompatible con la doctrina cristiana. Por tanto, la sentencia contra la virgen Inés, acusada y condenada por blasfemia contra los dioses, es: a perpetuidad el trabajo forzado más despreciable, en un burdel del más bajo nivel.

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El Cordero los vencerá

1Cor 1,26-31

Lectura correspondiente a la memoria de Santa Inés

¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Dios ha escogido más bien a los que el mundo tiene por necios para confundir a los sabios; y ha elegido a los débiles del mundo para confundir a los fuertes. Dios ha escogido lo plebeyo y despreciable del mundo; lo que no es, para reducir a la nada lo que es.

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La curación de un hombre en sábado

Mc 3,1-6

Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la extendió y quedó restablecida su mano.

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Hacer el bien con perseverancia

Hb 6,10-20

Hermanos: Dios no es tan injusto que se olvide de vuestras obras y del amor que habéis mostrado en su nombre, de los servicios que habéis prestado y seguís prestando a los santos. Deseamos, no obstante, que cada uno de vosotros siga manifestando hasta el fin la misma diligencia, para que se realice plenamente la esperanza. Y no seáis indolentes; imitad más bien a quienes, mediante la fe y la perseverancia, heredan las promesas.

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