En tiempos como los que estamos viviendo, con la incertidumbre de lo que pueda traer el futuro y con la amenaza de un espíritu que se cierne como una sombra sobre muchas personas, se vuelven particularmente importantes y actuales los temas como la confianza y la libertad, si bien éstos son siempre elementales para la vida cristiana. Por eso, el pasaje que escucharemos hoy del “Mensaje del Padre” a Sor Eugenia Ravasio se presta especialmente para la situación actual, que a no pocas personas les resulta como una pesadilla. Sin embargo, esta crisis puede servirnos para aferrarnos más profundamente a Dios y crecer espiritualmente. De esta manera, puede alcanzarse una gran libertad, como la que tenían los mártires, cuya confianza y cuyo amor vencieron incluso el miedo a la muerte, por gracia de Dios.
Fidelidad a la Tradición
1Cor 15,1-11
Hermanos, quiero traeros a la memoria el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el que permanecéis firmes; y el que os salvará, si lo guardáis tal como os lo prediqué. Si no, ¡habríais creído en vano! En primer lugar os transmití lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; que después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que todavía la mayor parte viven, aunque otros ya murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, que soy como un aborto.
La valentía y el espíritu de fortaleza
Lc 9,23-26 (Lectura correspondiente a la memoria de Santa Águeda)
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles.”
El martirio de Juan Bautista
Mc 6,14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Algunos decían: “Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.” Otros decían: “Es Elías”; otros: “Es un profeta como los demás profetas.” Al enterarse Herodes, comentó: “Seguro que aquel Juan, a quien yo decapité, ha resucitado.”
Anunciar el Reino de Dios
Mc 6,7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, a excepción de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; y que fueran calzados con sandalias y no vistieran dos túnicas. Les dijo además: “Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si en algún lugar la gente no os acoge ni os escucha, marchaos de allí y sacudid el polvo de la planta de vuestros pies como testimonio contra ellos.” Ellos, yéndose de allí, iban predicando a la gente la conversión. Expulsaban a muchos demonios y curaban a muchos enfermos ungiéndolos con aceite.
Reconocer al Mesías
Lc 2, 22-40
Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones , conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
Elogio a la fe
Mc 5, 21-43
En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se congregó una gran muchedumbre a su alrededor mientras él estaba junto al mar.Llegó entonces uno de los jefes de la sinagoga, que se llamaba Jairo. Al verlo, se postró a sus piesy le suplicaba con insistencia diciendo: “Mi hija está a punto de morir. Ven, impón las manos sobre ella para que se salve y viva.”Jesús se fue con él, y le seguía la muchedumbre, que le apretujaba.
Resistencia ante las fuerzas del mal
Mc 5,1-20
Y llegaron a la orilla opuesta del mar, a la región de los gerasenos. Apenas salió Jesús de la barca, vino a su encuentro desde los sepulcros un hombre poseído por un espíritu impuro, que vivía en los sepulcros y nadie podía tenerlo sujeto ni siquiera con cadenas; porque había estado muchas veces atado con grilletes y cadenas, y había roto las cadenas y deshecho los grilletes, y nadie podía dominarlo. Y se pasaba las noches enteras y los días por los sepulcros y por los montes, gritando e hiriéndose con piedras.
El Señor en Nazaret
Lc 4,16-30
En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. El sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús calma la tormenta
Mc 4,35-41
En aquel tiempo, al llegar la tarde, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla.” Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron en la barca tal como estaba. Y le acompañaban otras barcas. Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas se echaban encima de la barca, hasta el punto de que la barca ya se inundaba. Él estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Entonces le despiertan, y le dicen: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” Y, puesto en pie, increpó al viento y dijo al mar: “¡Calla, enmudece!” Y se calmó el viento y sobrevino una gran calma.
