1Cor 4,1-5
Que la gente nos tenga por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se exige de los administradores es que sean fieles. Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni yo mismo me juzgo! Cierto que mi conciencia nada me reprocha, pero eso no significa que carezca de culpa. Mi juez es el Señor.