La confianza en Dios (Parte I)

Difícilmente encontraremos algo que sea tan importante para la vida espiritual como lo es la confianza en Dios. En todas las situaciones de nuestra vida hemos de activar esta confianza, para que se convierta en esa certeza interior que lo impregna todo. Así, nuestro camino espiritual se vuelve más ligero y resulta más atrayente para otras personas. Por tanto, dedicaremos las dos próximas meditaciones a este tema: la confianza en Dios.

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La oración del corazón (Parte III)

Quien se haya adentrado en la oración del corazón por un buen tiempo y la practique con regularidad, podrá experimentar la dicha de que esta oración realmente se hace presente en el corazón. Se nos vuelve fácil retirarnos a esa “celda interior” que se ha formado gracias a la oración, precisamente en aquellos momentos en que el ruido estorba y estamos más expuesto al peligro de la dispersión.

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La oración del corazón (Parte II)

La oración del corazón –u oración de Jesús– requiere una cierta preparación. En este sentido, escuchemos nuevamente al metropolita Serafim Joanta:

“Las disposiciones para la oración de Jesús son, al igual que para cualquier otra oración, las siguientes: Estar en paz con el prójimo, liberarse de excesivas preocupaciones, una cierta disposición del alma, un lugar tranquilo… Nadie puede rezar una oración pura –esto es, una oración que no esté empañada por pensamientos extraños, por impresiones externas de los sentidos y recuerdos– mientras no esté en paz con el prójimo. La falta de perdón y la permanencia en la discordia nos llenan de fuerzas negativas que enturbian el corazón. Lo mismo sucede con el exceso de preocupaciones. Por eso, el Himno a los Querubines de la liturgia bizantina de San Juan Crisóstomo, nos exhorta a ‘despojarnos de toda preocupación mundana’. También el sitio de la oración es importante. El lugar más apropiado es el desierto; es decir, un lugar apartado. Allí se retiraban en todo tiempo los monjes y ermitaños. El Salvador mismo se apartaba por las noches a una montaña o a un lugar solitario para la oración. Puesto que nosotros vivimos en el mundo, hemos de seguir, en primer lugar, el consejo de Jesús: ‘Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará’ (Mt 6,6). Este aposento es el corazón, al que debemos retirarnos para poder darle a la oración la atención necesaria.”

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El Santo Rosario

Después de haber reflexionado sobre los padecimientos de la oración y sobre la Adoración eucarística, dirijámonos ahora a las diversas formas de oración. A pesar de que la oración es, en sí misma, algo sencillo, no siempre nos resulta fácil orar, y menos orar bien. También esto es un arte, y para aprenderlo conviene estudiar las variadas formas y métodos de oración que existen, y, sobre todo, practicar fervorosamente la oración como tal.

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La Adoración Eucarística (Parte II)

La adoración eucarística y la sanación interior

Los hombres en general –y también nosotros, los fieles– solemos estar heridos en nuestro interior, porque no hemos recibido el suficiente amor o hemos experimentado un abuso de nuestro amor. En consecuencia, pueden surgir graves deficiencias en el alma, y el ámbito afectivo puede sufrir un trastorno tal, que estas personas muy heridas podrían llegar a cerrarse interiormente.

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La Adoración Eucarística (Parte I)

El permanecer en silencio ante el Señor Sacramentado, ya sea el Santísimo expuesto o en el Sagrario, tiene un gran efecto en la profundización de la oración. Por eso, en el marco de estas meditaciones sobre el tema de la oración, conviene que dediquemos dos días específicamente a la Adoración Eucarística.

Antes de entrar en materia, sólo una breve explicación para aquellos que no están familiarizados con la devoción católica. Los católicos creemos que, después de la transformación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo durante la Santa Misa, su presencia permanece en la santa hostia, aun cuando ha concluido la liturgia. Es por eso que los católicos hacemos una genuflexión (esto es, una reverencia) ante el Sagrario, donde se conservan las hostias consagradas.

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Padecimientos en la oración (Parte II)

La oración es una de las glorias que podemos gozar ya en esta vida, pues es una escalera por la cual Dios desciende a nosotros y nosotros ascendemos a Él. Sin embargo, ni siquiera en nuestra vida de oración estamos exentos de los esfuerzos que corresponden a nuestra existencia terrenal y tenemos que soportar todo tipo de perturbaciones. Pero Dios, en su sabiduría, se vale de todo ello.

Ayer habíamos empezado a hablar sobre los así llamados “padecimientos en la oración”, entre los cuales habíamos mencionado las distracciones y la sequedad en los sentimientos. Hoy queremos continuar con algunos otros…

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Padecimientos en la oración (Parte I)

Quien emprenda seriamente una vida de oración –es decir, que no sólo ore ocasionalmente o cuando esté pasando una gran angustia– se dará cuenta de que no siempre es un camino fácil; sino que hay padecimientos que pueden hacer que la oración incluso se nos vuelva fatigosa. Por tanto, tendremos que luchar contra la pereza de nuestra naturaleza humana, atravesar procesos de purificación y, por supuesto, confrontarnos con diversas tentaciones, que quieren desanimarnos.

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Preparación para la oración

La mejor preparación para la oración, que al mismo tiempo es su fruto, es el enfoque de nuestra vida en Dios. Esto significa, en primera instancia, vivir en estado de gracia; es decir, en conformidad con la voluntad divina.

Sólo bajo esta condición la oración podrá ser profundamente eficaz y Dios podrá penetrar en nuestro corazón. Nosotros, por nuestra parte, nos volveremos cada vez más capaces de escuchar a Dios, de entenderlo y buscarlo entrañablemente.

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