Sal 26,1.4.13-14
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? leer más
Sal 26,1.4.13-14
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? leer más
Mt 7,21.24-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No todo el que me diga ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica se parecerá al hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y embistieron contra aquella casa, pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. leer más
NOTA: Escucharemos hoy la lectura y meditación correspondiente al miércoles de la I
Semana de Adviento, en lugar de tomar la de la Fiesta del Apóstol San Andrés. Si alguien
desea escuchar una meditación de esta Fiesta que hoy se celebra, puede encontrarla en el
siguiente enlace: http://es.elijamission.net/como-creeran-sin-que-se-les-predique-2/
Is 25,6-10a
Is 11,1-10
Aquel día, brotará un vástago del tronco de Jesé y un retoño de sus raíces flocererá. Reposará sobre él el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor. Y se inspirará en el temor del Señor. No juzgará por las apariencias ni sentenciará de oídas.
Sal 121,1-2.4-5.6-7.8-9
Qué alegría cuando me dijeron:
«¡Vamos a la casa del Señor!»
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Rom 13,11-14a
Hermanos: Comportaos reconociendo el momento en que vivís. Porque ya es hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con dignidad: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo.
Ap 22,1-7
Luego el ángel del Señor me mostró un río de agua de vida, brillante como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de la plaza, a una y otra margen del Río, hay un árbol de vida, que da fruto doce veces, una vez cada mes; y sus hojas sirven de medicina para los gentiles. No habrá ya maldición alguna.
Ap 20,1-4.11-15; 21,1-2
Yo, Juan, vi a un ángel que bajaba del cielo, llevando en su mano la llave del abismo y una gran cadena. Dominó al Dragón, la serpiente antigua –que es el diablo y Satanás– y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al abismo, lo encerró y selló el lugar. Así no volverá a seducir a las naciones, hasta que se cumplan los mil años. Después tendrá que ser soltado por un poco de tiempo. Luego vi unos tronos.
Ap 18,1-2.21-23;19,1-3.9a
Después de esto vi bajar del cielo a otro ángel, que tenía gran poder, y la tierra quedó iluminada por su resplandor. Gritó con potente voz: “¡Cayó, cayó la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios, en guarida de toda clase de espíritus inmundos, en antro de toda clase de aves inmundas y detestables.”
Ap 15,1-4
Luego vi en el cielo otro signo grande y maravilloso: siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, porque con ellas se consumaba el furor de Dios. Contemplé también una especie de mar de cristal mezclado con fuego, y vi a los que habían triunfado sobre la Bestia, sobre su imagen y sobre la cifra de su nombre.