PADRE NUESTRO

“Padre nuestro, que estás en el cielo” (Mt 6,9).

La sugerencia de un hermano y la costumbre de arrodillarse durante la oración del Padrenuestro en la Liturgia de las Horas del Tiempo Cuaresmal me han impulsado a hacer una serie de meditaciones sobre esta oración, deteniéndome en cada una de sus afirmaciones y situándolas en contexto con el Mensaje de Dios Padre a sor Eugenia.

“Enséñanos a orar” (Lc 11,1), pidieron los discípulos al Señor. Como respuesta Él les legó la oración que desde entonces resuena en todo el orbe de la tierra cuando los cristianos elevan sus manos hacia Dios.

La simple invocación de Dios como nuestro Padre común del cielo ya expresa una realidad objetiva que puede unir a todos los hombres, siempre y cuando vaya seguida de la respuesta adecuada. Dios, siendo un amoroso Padre, es la causa de la verdadera unidad entre los hombres, que repercutirá concretamente en sus relaciones mutuas. Al cultivar una relación viva con nuestro Padre, podrá surgir la verdadera fraternidad entre las personas.

Jesús no solo nos trazó este camino, sino que Él mismo es el camino. Es lógico que haya sido Él, que procede del trono del Padre y es su Hijo Unigénito, quien nos haya revelado al Padre. Nadie podría haberlo hecho mejor y con más autenticidad que aquel que «reposa en el seno del Padre» (Jn 1,18).

Por tanto, ya se nos ha dado el secreto para alcanzar la verdadera unidad entre los hombres: se basa en Dios. Cuando le llamamos «Padre» de todo corazón, ya estamos realizando uno de los actos más importantes: reconocer a Dios como nuestro Padre. Esto es lo que Él quiere de nosotros, los hombres, para mostrarse como tal con nosotros. Así nos lo promete a través de la Madre Eugenia: “Llamadme con el nombre de ‘PADRE’ con confianza y amor, y recibiréis todo de este Padre, con amor y misericordia.”