“Permanece en oración interior” (Palabra interior).
Si queremos permanecer en íntimo contacto con nuestro Padre Celestial, difícilmente encontraremos un medio más apropiado que la oración interior, el constante diálogo con Dios. Éste consiste tanto en escuchar atentamente –pues reconocemos su voz–, como también en elevar nuestro corazón a nuestro Padre.
En el cristianismo de Oriente, es bien conocida la “oración de Jesús”, también llamada “oración del corazón”. En su forma clásica, se repite una y otra vez: “Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí, pecador”. Para explicarlo en términos más comunes en nuestro mundo católico romano, se trata de la repetición sistemática de una jaculatoria, que ha de resonar constantemente en el interior del alma.
En contexto con los “3 Minutos para Abbá”, dedicados especialmente a la devoción a Dios Padre, podría ser recomendable la repetición de una jaculatoria como ésta: “Padre, te amo.”
Una oración así es una gran ayuda para habituar a nuestra alma a la oración frecuente, que no se realizaría sólo en aquellos tiempos específicamente reservados para ella, sino que –practicándola regularmente– podría acompañarnos a lo largo de todo el día, incluso durante el trabajo y en las circunstancias más diversas de la vida. De este modo, el alma puede llegar a familiarizarse tanto con la invocación de Dios que siempre anhele practicar esta oración.
El consejo de hoy a permanecer en la oración interior puede sin duda aplicarse a cualquier forma de oración interior. Nos exhorta a no cejar en nuestro empeño y a hacer de la oración interior nuestro pan de cada día, para permanecer así en constante diálogo con el Señor. Esto hará que nuestra vida sea inmensamente rica y fructífera.