Ex 23,20-23
Lectura correspondiente a la memoria de los Santos Ángeles Custodios
Así dice el Señor: “Voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te he preparado. Hazle caso y obedécele; no te rebeles contra él, pues actúa en mi Nombre y no perdonará vuestras transgresiones. Si le obedeces fielmente y haces todo lo que te diga, tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios mis adversarios. Mi ángel caminará delante de ti.
He escogido el texto que la Iglesia nos ofrece en la memoria de los Santos Ángeles Custodios, para recordarnos que Dios ha dado no sólo al Pueblo de Israel; sino a cada persona en particular un Ángel de la guarda, para que esté a nuestro lado, como un hermano, un amigo y un acompañante celestial en el paso de nuestra vida terrenal. Este ángel nos sirve en el amor de su Señor.
En su libro “Christus vincit”, Monseñor Schneider escribe lo siguiente en un capítulo específicamente dedicado a los Santos Ángeles:
“Cada bautizado tiene su propio Ángel de la guarda, que no ha servido como Ángel custodio a nadie antes que a nosotros. Dios es tan extremadamente generoso con sus dones, que desde toda la eternidad ha escogido a un Ángel para ser una única vez el Ángel custodio de una persona concreta, aunque esta persona viva un solo instante en la Tierra. Y tampoco será el Ángel custodio de otra persona después.”
Más adelante, el autor nos comparte un pensamiento muy bonito sobre los Santos Ángeles Custodios. Nos dice: “Mi Ángel de la guarda y cada Ángel de la guarda permaneció fiel a Dios en aquella prueba, y reconoció a Cristo en espíritu de humildad y de servicio. Por eso, cada Ángel anhela ardientemente llegar a ser un día un humilde y servicial Ángel custodio de un ser humano. Cada Ángel desea esto con añoranza (…), para imitar a Cristo, su Señor.”
Esta “prueba” que menciona Monseñor Schneider fue aquella de si aceptarían o no a Jesús en Su apariencia humana como a su Señor. Algunos autores hablan también de que los ángeles debían aceptar a María como a su futura Reina. Una parte de ellos se negó, y un tercio de los ángeles creados por Dios siguió a Lucifer en su rebelión. Son ellos a quienes consideramos “demonios”; aquellos que se rebelan contra el Reinado de Dios e intentan erigir su propio reino, con Lucifer como soberano.
Entonces, nuestro Ángel de la guarda es uno de aquellos ángeles que permaneció fiel en esa prueba, y que ahora se esfuerza por la salvación de un alma en particular. Si le hacemos caso y le obedecemos –y éste es el punto decisivo–, entonces su protección podrá hacerse plenamente eficaz.
Pero escuchar a nuestro ángel no solamente significa atribuirle a veces ciertas acciones de rescate que experimentamos –aunque sin duda hemos de agradecérselas–; sino que, más allá de ello, hemos de conocer el amor que él nos tiene. Para eso, hace falta una relación personal. Al menos por parte suya, se nos ofrece esta relación. De hecho, nuestro Ángel custodio seguirá siendo un íntimo confidente incluso en la eternidad. Junto a él y a tantos otros ángeles y santos, adoramos a Dios ya aquí en la Tierra, particularmente en la Santa Misa; y lo haremos a plenitud en el cielo, cuando podamos contemplar a Dios para siempre. Monseñor Schneider menciona también que la oración preferida de los Santos Ángeles es ciertamente el “Sanctus”, que se ha hecho parte de la Santa Misa: “Santo, santo, santo es el Señor…”
Los Santos Ángeles pertenecen a la gran familia espiritual, a la cual se refiere Jesús al señalar a aquellos que cumplen la Voluntad del Padre (cf. Mt 12,49-50); esa familia de la cual también nosotros formamos parte, si seguimos seriamente al Señor. Por eso, podemos tener una gran cercanía y confianza con ellos, de manera que desde ya cultivemos esas “relaciones familiares” que trascienden la dimensión terrenal y duran para siempre.
Monseñor Schneider recomienda darle un nombre a este acompañante celestial, así como a veces damos un nombre de cariño a un amigo u otra persona muy cercana.
La veneración consciente a los Santos Ángeles y la comunión cada vez más profunda con ellos, podría ser de gran importancia también en el combate actual. Se puede ver claramente que las tensiones y el enfrentamiento van en aumento, tanto en el mundo como en la Iglesia. Pareciera que la luz y las tinieblas se separan cada vez más… ¡Esto es obra de los Santos Ángeles fieles, pues ellos son seres totalmente luminosos, que llevan la gloria de Dios por doquier y nos sirven a nosotros, los hombres, de muchas maneras!
Para aprender a conocerlos mejor y percibir su presencia, hace falta profundizar nuestra relación con Dios, puesto que a los Ángeles les encanta permanecer allí donde su Señor sea glorificado. Allí donde hay verdadera adoración a Dios; allí donde el hombre se convierte y se esfuerza por la santidad, abriéndose cada vez más a la presencia de su Señor, allí la oscuridad tiene que retroceder. ¡Y precisamente allí se “sienten en casa” los Santos Ángeles!
Por eso, la Iglesia no debe ocuparse demasiado de las cosas terrenales, ni mucho menos caer en un naturalismo. El Señor quiere una Esposa orante y vigilante, que se esfuerce en su misión de anunciar el Evangelio y así salvar a las almas. Para esta tarea, contaremos con todo el apoyo de los Ángeles, y es así como ha de ser librado este combate espiritual. La creciente pérdida de trascendencia en nuestra Iglesia entristece a los Ángeles, porque entonces ya no pueden llevar a cabo la tarea más profunda en relación con nosotros.
El 29 de septiembre, en la Fiesta de los Santos Arcángeles, nosotros –Harpa Dei– hemos encomendado a los coros angélicos el servicio del anuncio de la Palabra –particularmente a través del canto–, y les hemos pedido que difundan la Palabra hasta los confines de la Tierra. Confiamos en que así podrá haber una mayor agilidad e impulso, y que nuestro servicio se haga aún más eficaz como un “arma de la luz”.
Allí donde la verdad y el amor se manifiestan, nuestros hermanos celestiales están felices, porque todo ello testifica el amor de nuestro Padre Celestial. ¿Por qué no darle una alegría a nuestro amado Dios y a sus Ángeles; y, más aún, serles nosotros mismos motivo de alegría y consuelo aquí en la Tierra?
Un punto más… Una y otra vez se oye decir que los Santos Ángeles inspiran la Música Sacra. ¡A nosotros no nos cabe duda de ello! Entonces, es lógico que les pidamos precisamente a ellos que nos ayuden a difundir la Palabra, para la gloria de Dios y el bien de las almas.
Y un último aspecto para todos los “guerreros de la luz”: ¡Acérquense más a su Ángel custodio, para que le obedezcan! Que él siempre les advierta y amoneste cuando estén en peligro de apartarse del camino, y les ilumine y asista para seguir los caminos de Dios con determinación.