«Finalmente, la creación del hombre… ¡Me complací en Mi obra! Luego el hombre cometió el pecado, pero precisamente entonces se manifiesta mi infinita bondad» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Al ser omnisciente, nuestro Padre sabía que el hombre se separaría de él por el pecado. Sin embargo, su amor no permitió que ese conocimiento fuera un impedimento para crear al hombre y complacerse en su obra. Dios respondió al pecado del hombre con una bondad mayor aún y nos allanó el camino de la salvación. Todos los que seguimos a su Hijo Jesucristo conocemos este camino y, en él, podemos comprender cada vez más profundamente el amor de nuestro Padre.
En el Mensaje a la Madre Eugenia, el Padre Celestial, tras haber expuesto cómo los hombres se olvidaron de Él, se crearon otras leyes que iban de acuerdo con sus vicios y lo ofendieron, expresa hasta dónde llega su amor: «No me rendí. Reconoced, pues, que os he amado más que a mi Hijo predilecto, o, mejor aún, más que a mí mismo».
Esta declaración de amor de nuestro Padre supera todas nuestras ideas y nos muestra cómo es Dios en verdad. Si bien es cierto que merece todo honor y adoración, que todas las criaturas han de rendir culto a su Majestad y que su alabanza no debe cesar ni un solo día, este mismo Dios infinito se inclina hacia nosotros con un amor tierno y paternal. ¡Nos ama más que a sí mismo!
¿Qué podría sucedernos teniendo un Padre que nos ama más que a sí mismo? ¿Qué más podría faltarnos? Solamente nos queda poder contemplarlo cara a cara. ¡Lo más hermoso aún nos espera!