Nuestra Señora del Rosario

Habiendo concluido la serie sobre las Cartas de San Juan, retomamos hoy el marco habitual de las meditaciones diarias, generalmente al son del calendario litúrgico. Hoy celebramos la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario. El origen de esta Fiesta es el siguiente:

En el siglo XIV, los otomanos habían conquistado gran parte de los Balcanes. En 1453 cayó Constantinopla; a principios del siglo XVI, el Cercano Oriente fue subyugado; en 1529, los turcos sitiaron Viena, y en 1571 cayó Chipre. Ahora, también Creta estaba amenazada y toda Europa corría el riesgo de ser islamizada. El papa Pío V logró unir a españoles y venecianos en una alianza defensiva.

El 7 de octubre tuvo lugar la batalla naval decisiva. La flota cristiana parecía irremediablemente inferior a la turca, pues había caído en una trampa. En esta situación, en la que no parecía haber ninguna posibilidad de victoria, el almirante cristiano Andrea Doria se postró ante una imagen de la Virgen María: se trataba de la primera réplica de la imagen de Guadalupe.

De repente, el viento cambió de dirección y sopló a favor de los cristianos, que pudieron emplear mejor sus armas y abordaron la nave insignia de la flota enemiga. Los turcos cayeron en pánico y la batalla resultó victoriosa para los cristianos. El peligro otomano había sido alejado. El Papa Pío V, consciente de la gran ayuda espiritual que sería necesaria para afrontar esta batalla, había hecho un llamamiento a todos los fieles para que rezaran el Rosario pidiendo la intercesión de Nuestra Señora para obtener la victoria. La noche antes de la famosa Batalla de Lepanto, los marineros rezaron el Rosario de rodillas.

Al año siguiente, Pío V añadió al calendario litúrgico la nueva fiesta de «Nuestra Señora de la Victoria», para que se la celebrase cada 7 de octubre. Todos los cristianos sabían que debían la victoria a la Virgen.

Ahora bien, ¿qué es lo que hace que el Rosario sea tan valioso y eficaz para cultivar y acrecentar la vida de la fe?

  • El Santo Rosario es una oración meditativa; es una clásica meditación cristiana.

La repetición de las avemarías forma una cadena que nos introduce en los misterios de la salvación. Muchos maestros espirituales destacan el beneficio de una oración repetitiva, que es capaz de recoger el corazón del hombre y silenciar su espíritu inquieto. Un espíritu sosegado y recogido puede concentrarse más fácilmente en el contenido y la esencia de la oración. Los misterios del Santo Rosario, que no son nada más y nada menos que las estaciones de la vida de Jesús, se van asentando en el corazón a través de la meditación y la repetición, convirtiéndose en una especie de certeza interior. Y esto, a su vez, lleva a un mayor amor y gratitud hacia Jesús. Es fundamental rezar el Rosario con el corazón. Las frecuentes repeticiones llaman una y otra vez al espíritu disperso para que vuelva al verdadero centro de la oración.

  • El Santo Rosario es una oración bíblica.

De hecho, la primera parte del Ave María son las palabras del Arcángel Gabriel, junto con el saludo de Isabel cuando reconoce que la Virgen porta en su vientre al Mesías. En este saludo, se le comunica a María el designio de Dios de que su Hijo se haga hombre y se le invita a participar en este plan divino con su libre consentimiento. Al repetir la salutación angélica en el Santo Rosario, uno se adentra en este misterio y actualiza este acontecimiento, que, en un primer momento, estaba destinado a la Virgen, pero que se extiende a toda la humanidad. Quien reza el Rosario saluda a María con las mismas palabras del Ángel y actualiza así el acontecimiento salvífico, que se va asentando cada vez más en el corazón. Además, el suceso de la Anunciación se convierte en un cuestionamiento para el orante: ¿Estoy dispuesto a acoger el mensaje del ángel y hacer la voluntad de Dios para así portar a Cristo al mundo?

  • El Santo Rosario es una oración realista.

Desde hace mucho tiempo, la Iglesia conoce el poder amoroso que tiene la intercesión de María ante Dios. En la segunda parte del Ave María, se ruega que esta intercesión se extienda a nosotros, especialmente en la hora de la muerte. El poder especial de la intercesión de la Virgen proviene de su cercanía a Dios. Ninguna otra persona estuvo tan estrechamente involucrada en el misterio de la salvación como María, siendo a la vez Madre y discípula de Jesús. Pedir su auxilio para la hora de la muerte está ciertamente fundamentado en una experiencia espiritual. El hombre no puede simplemente desplazar de su vida la realidad de la muerte, sino que debe integrarla. Así, esta súplica no solo invoca la protección de María y crea una relación de confianza con ella, sino que también fomenta una confrontación consciente con la inevitable realidad de la muerte. Gracias a la fe, la muerte puede ser despojada de su amargura y desesperanza. Por tanto, hemos de integrar la realidad de la muerte en nuestra vida, y así nuestra vida se volverá más realista.

Desde todos los aspectos que lo veamos, merece la pena no descuidar el rezo del Santo Rosario. Esta oración no sólo nos unirá a la Virgen, sino también a los incontables fieles que a diario pronuncian el Avemaría al unísono con el Arcángel Gabriel, alabando así la grandeza de Dios y, al mismo tiempo, la elección de la Virgen María.

NOTA: Puesto que hoy es el día 7 del mes, que siempre lo dedicamos de forma especial a nuestro Padre Celestial, queremos invitaros a escuchar los “3 minutos para Abbá”, que es un pequeño impulso que publicamos a diario con el fin de profundizar la relación de confianza con Dios Padre. Podéis encontrarlos en los siguientes enlaces:

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