Amado Padre, esta serie de meditaciones es una Novena en tu honor, y ha de ayudar a los hombres –tus amados hijos– a conocerte más profundamente.
También ha de servir para que pronto se cumpla tu deseo de que la Iglesia instaure una Fiesta litúrgica, en la cual Tú seas honrado como “Padre de toda la humanidad”. Este anhelo Tuyo se lo confiaste a la Madre Eugenia Ravasio.
¡Que tu deseo sea acogido y concretado por las autoridades competentes de la Iglesia! Has prometido gracias grandes para cuando se establezca esta Fiesta. Hasta entonces, amado Padre, recibe nuestras oraciones y la Fiesta que celebraremos el 7 de agosto en tu honor, junto a todos quienes también quieran dedicarte este día, como expresión de nuestro amor a Ti.
Padre, Tú nos creaste a tu imagen, y con dolor tenemos que constatar que ésta ha sido desfigurada por el pecado. Pero Tú quieres devolvernos la “belleza del primer día”. ¡Y aún más que eso!
¿Cómo lo harás?
Te lo preguntamos en la actitud de la Virgen María, sin dudar. ¿Será tu respuesta similar? ¿Descenderá sobre nosotros el Espíritu Santo, para que Cristo nazca en nuestro interior? Ciertamente será así, sólo que nosotros tenemos que entenderlo aún mejor.
¿Cómo llegaremos a ser, Padre, cuando tu imagen se forme más en nosotros, y eso ya en nuestra vida terrenal?
Lo mejor será mirar a tu Hijo, y asimilar y poner en práctica todo lo que Él dijo e hizo. “Quien me ve a mí, ve al Padre” –le dio a entender el Señor al Apóstol Felipe (Jn 14,9).
¡Cuán maravilloso es esto!
En Jesús nos encontramos contigo, nuestros ojos se abren y empezamos a ver cómo eres Tú. Al mismo tiempo, vemos en Él cómo debería ser el hombre, llamado a vivir como imagen de Dios.
También cuando contemplamos a la Virgen María, vemos la plenitud de tu gracia y de tu luz. ¡Ella siempre cumplió tu Voluntad!
Y nosotros debemos llegar a ser como Ella…
También en los santos te encontramos de forma especial, y en ellos se refleja tu luz.
Ahora, Padre, lo entiendo mejor… ¡También nosotros seremos una luz, cuando seamos más y más iluminados por Ti, cuando día a día nos acerquemos más a Ti y lleguemos a ser como Tú nos pensaste!
¡Qué maravillosa perspectiva es ésta: convertirnos en luz! De hecho, tu Hijo ya se lo había dicho a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14).
Padre, te ruego que apartes de mí todo lo que aún es oscuro, y que lo penetres con tu luz, para que realmente refleje algo de tu gloria con mi vida, y no se quede en un mero deseo.
Entonces, tu luz y tu amor podrán llegar también a través de mí a las personas, y ellas reconocerán algo de ti.
Ahora sé aún mejor por qué estoy aquí en este mundo: Para ser causa de alegría para ti y una luz para las personas; un testigo de tu amor.
¿Qué más quiero?
Hay algo más… Quisiera resplandecer con mucha claridad, quisiera ver a los hombres respondiendo a tu amor, de modo que Tú puedas concederles todo lo que has previsto para ellos. ¡Permíteme hacer lo que esté en mis manos!