“NO VACILO”

“Me apoyo en el Señor y no vacilo” (Sal 26,1b).

La confianza en nuestro Padre torna recta y segura nuestra vida. Nos ancla en su Corazón y hace que nuestro Dios se incline a mostrarnos de forma especial su amor.

¿Podría haber algo más importante en estos tiempos difíciles que levantar los ojos al Padre y estar cada vez más seguros de su amor? El Señor jamás ignorará la verdadera confianza. Ciertamente debe ser una verdadera confianza, que no puede confundirse con aquella ligereza que pretende abandonarse en Dios, cuando en realidad sólo se interesa por imponer las propias ideas y deseos.

La verdadera confianza implica que el corazón esté totalmente orientado hacia Dios y que examinemos ante Él nuestros caminos. Si se cumplen estas condiciones, el Señor nos dará el espíritu de fortaleza, de modo que podamos aferrarnos a Él y a la verdad, venga lo que venga. Nuestro Padre también nos dará la gracia de perseverar en tiempos de persecución. Nos animará y robustecerá para que asumamos nuestro lugar en la lucha que nos ha sido encomendada, y no lo abandonemos.

“¡No vaciléis! ¡No cedáis!” –son los gritos que pueden escucharse en una guerra ofensiva, contando con la valentía de los soldados. Pero son igualmente aplicables a los fieles, que han de aferrarse a las verdades de la fe. Tal vez esto sea aún más difícil que una batalla física. Pero aquí nuevamente entra en juego la confianza en Dios, que nos permite resistir al mal espíritu del tiempo. Es el Padre quien tiene todo en sus manos, quien sabe revertirlo todo en bien y en quien estamos en casa.

Este hogar espiritual en Él hemos de defenderlo con los medios adecuados, resistiendo cuando las tempestades de la incredulidad quieran destruirlo. ¡No lo lograrán! El Señor sabrá proteger a su Iglesia, aunque fuese necesario que Ella huya por un tiempo al desierto para estar a salvo del Dragón que la persigue (cf. Ap 12,6).