“NO TENGAS MIEDO DE TU DEBILIDAD”

“No tengas miedo de tu debilidad. ¡Yo soy tu fuerza!” (Palabra interior).

¡Qué palabras tan acertadas! A nosotros, los hombres, nos gusta ser fuertes y sentirnos seguros; pero con cuánta frecuencia experimentamos que no lo somos. A veces incluso tenemos la impresión de que todo se derrumba bajo nuestros pies. Parecería que nada puede deterner a este mundo para saltar de una catástrofe a otra. Las realidades políticas, sociales e incluso eclesiásticas se tambalean, y el hombre, en su debilidad, se siente impotente frente a todo ello.

La seguridad que el Señor nos ofrece no es aquella que cree sabérselas todas y poder lidiar con cualquier situación en el mundo. En efecto, esta aparente seguridad no reflejaría la fuerza que solamente Dios puede comunicarnos, sino que fácilmente se desmorona, mostrándonos así que no podemos fiarnos de ella.

En nuestro Padre, en cambio, sí que podemos confiar. Precisamente cuando percibimos nuestras limitaciones humanas, el Señor nos invita a no tener miedo de nuestras debilidades. Éstas hacen parte de nuestra existencia humana tras haber perdido el Paraíso, y jamás podremos superarlas con nuestras propias fuerzas, por mucho que lo intentemos. Si cobramos consciencia de ello, renunciaremos a aquella lucha innecesaria por darnos una seguridad que viene de nosotros mismos, y recibiremos una fuerza de otro nivel: la fuerza del Señor. En ella, adquiriremos otra perspectiva de la vida y despertaremos a la realidad.