Es importante cobrar conciencia de que, al amarnos, nuestro Padre se hace vulnerable. Podemos constatarlo especialmente en la Pasión de su Hijo. Un punto muy sensible para el Corazón del Padre es cuando tenemos un falso respeto hacia Él, derivado del miedo a Dios, que luego tiende a manifestarse también en la relación con sus representantes eclesiásticos.
Por muy importante que sea la reverencia y el debido respeto a Dios, es totalmente equivocado tener miedo de un Padre lleno de amor. En el Mensaje a Sor Eugenia, Él habla al respecto en estos términos:
“Si Me amáis con un amor filial y confiado, tendréis también un respeto lleno de amor y reverencia hacia Mi Iglesia y sus representantes. No será un respeto como el que ahora tenéis, que os mantiene distanciados de Mí porque os doy miedo. Este falso respeto que ahora tenéis es una injusticia frente a la Justicia; es una herida en la parte más sensible de Mi Corazón; es un olvido, un desprecio a Mi amor paternal por vosotros.”
¿No podemos acaso comprenderlo por nuestra propia experiencia humana? Supongamos que amamos con todo nuestro corazón a una persona, pero ella nos tiene miedo y desconfía de nosotros. ¡Sin duda esto nos heriría! Lo mismo sucede en nuestra relación con nuestro Padre… Nuestra confianza le honra y llena su Corazón de alegría. El falso respeto, en cambio, nos aleja de Él y levanta barreras. El diablo, por su parte, se sirve de esta actitud nuestra para sus oscuros planes.
Escuchemos nuevamente la voz del Padre:
“Lo que más Me entristecía de Mi Pueblo Israel, y lo que sigue entristeciéndome de la humanidad actual es este respeto mal entendido frente a Mí. Efectivamente, el enemigo del género humano se ha valido de esta astucia para hacer caer a los hombres en la idolatría y en los cismas. Sigue sirviéndose de ella y la usará una y otra vez en contra vuestra, para alejaros de la Verdad, de la Iglesia y de Mí. ¡Oh! ¡No os dejéis arrastrar más por el enemigo! ¡Creed en la Verdad que se os acaba de manifestar y caminad a la luz de esta verdad!”
Entonces, estamos llamados a anunciar a este Dios lleno de amor y a dar testimonio de Él, para que las personas puedan superar todas las falsas impresiones e imágenes de Dios. Es un profundo deseo del Padre que los hombres lo conozcan, lo honren y lo amen como Él es en verdad. Sólo entonces podrá desplegarse a plenitud ese maravilloso amor de Dios por nosotros, regocijando nuestro corazón hasta lo más profundo. De esta fuente brota entonces un agua viva, que llegará a las almas de los sedientos y las saciará.