¡NO TEMAS!

“No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío.” (Is 43,1)

El Apóstol Pablo exclama: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Rom 8,35), y nos asegura entonces que absolutamente nada – “ni la muerte, ni la vida, (…)  ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, (…) ni cualquier otra criatura– podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro” (v. 38-39).

De muchas maneras nuestro Padre Celestial quiere darnos a entender que estamos en sus manos, que no debemos atemorizarnos por todos los peligros que rodean nuestra vida, ya sea que vengan de dentro o de fuera. Resulta particularmente importante tenerlo presente cuando las tribulaciones aumentan más y más. El Señor mismo, habiendo anunciado todas las catástrofes que sobrevendrían a la humanidad, nos dice: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguíos y levantad la cabeza porque se aproxima vuestra redención.” (Lc 21,28)

“En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

El Padre nos otorga la única verdadera seguridad, que sólo de Él puede venir. Él nos conducirá a través de este tiempo a la luz eterna. Nos asegura que somos suyos, que ningún día, ninguna hora, ningún instante transcurre sin que su amor nos envuelva.

¡Pero somos nosotros los que lo olvidamos con tanta facilidad, dejándonos intimidar o incluso amedrentar por las diversas dificultades! Entonces olvidamos rápidamente que las promesas de Dios tienen especial validez en aquellos momentos en que nos vemos amenazados. Desgraciadamente, olvidamos con demasiada prontitud que “en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rom 8,28).

¿Qué nos ayudará a afrontar tales situaciones? Digámosle a nuestro Padre: “Padre, en ti confío. Tú me has llamado por mi nombre y soy tuyo”.