NO PRESTAR ATENCIÓN NI PRACTICAR LA CALUMNIA

 

«La calumnia sólo perjudica a aquellos que se la toman a pecho» (San Francisco de Sales).

Una de las horribles afrentas que nosotros, los hombres, nos infligimos mutuamente son las calumnias. En otras palabras, se trata del vicio tan común de hablar mal de otras personas. Si lo miramos más de cerca, es una especie de homicidio psicológico contra la persona afectada. Por desgracia, no ocurre solo de vez en cuando. Incluso hemos tenido que presenciar una especie de «ejecución pública» de personas a través de los medios de comunicación y, hoy en día, también a través del internet.

Pero, ¿cómo afrontar las calumnias si se dirigen contra nosotros?

San Francisco de Sales recomienda no preocuparse por lo que dicen de nosotros; es decir, no dejar que la calumnia entre en nuestro corazón y lo envenene. Puede que no siempre sea tan fácil. Pero, si nuestro Padre habita en nuestro corazón, entonces podemos llevar ante Él las heridas que esas palabras maliciosas quieren infligirnos y no detenernos en ellas, es decir, no prestarles nuestra atención.

El Señor mismo nos dio ejemplo de mantener esta distancia frente a las calumnias, muchas veces guardando silencio en lugar de enzarzarse en una discusión que no llevaría a ninguna parte. Él estaba rodeado de acusadores que querían tenderle una trampa y decían cosas malas de Él. Cuando la hostilidad se intensificó y degeneró en burlas y escarnios en el camino hacia el Calvario, el Señor guardó silencio. Sin duda le habrá dolido, pero no se dejó provocar por el mal, y así pudo vencerlo interiormente.

Lo que podemos aprender es lo siguiente: que nos cuidemos de no convertirnos nosotros mismos en portadores de calumnias o hablar mal de los demás. Así, nos sustraemos a la dinámica del mal. Si no hemos logrado evitarlo, hemos de buscar refugio en nuestro Padre Celestial y pedirle que purifique nuestro corazón.