“Nunca pierdas la confianza en las horas de debilidad. También de ellas me valgo” (Palabra interior).
¿Quién no conoce las horas de debilidad en el seguimiento del Señor? Son esas horas o incluso períodos de nuestra vida en los que nos quedamos cortos frente a lo que nos habíamos propuesto, en los que las cosas no nos salen bien y nos sentimos abandonados a merced de nosotros mismos. Son aquellas horas en las que sucumbimos a nuestra debilidad, cuando en realidad quisiéramos erradicarla.
Sin embargo, nuestro Padre nos da un consejo distinto y se vale de estas horas de debilidad para su obra de gracia en nosotros. Por eso, no debemos dejar que nuestras debilidades nos abrumen y nos roben la confianza. Esto puede resultarnos difícil, sobre todo cuando estamos decepcionados de nosotros mismos. Pero debemos recordar que, si nuestro corazón le pertenece a Dios, nada sucede sin que nuestro Padre lo permita y lo utilice para nuestro bien. Eso es expresión de su amor por nosotros y de su omnipotencia divina.
Aunque sigamos cometiendo pecados veniales, nunca debemos desesperar en nuestro camino de santidad. Sin duda, debemos luchar por evitarlos. Pero, por lo general, no suele ser posible erradicarlos por completo. En este contexto, podrían ayudarnos las siguientes palabras, extraídas de un libro de dogmática de 1929:
“En la vida ordinaria, muchas veces lo más sencillo termina siendo lo más difícil. Así como en una obra de arte la ejecución fina y detallada es más difícil que el esbozo, también en la vida sobrenatural es más difícil perfeccionar la imagen de Dios en nosotros que el simple cumplimiento de deberes difíciles y evitar los pecados graves.”
Por tanto, no perdamos la confianza, porque nuestro Padre es bondadoso y sabio.