“Los misioneros han hablado y siguen hablando de Dios en la medida en que ellos mismos me conocen, pero os digo nuevamente que no me conocéis como soy. Por eso vengo a proclamarme como el Padre de todos los hombres, el más tierno de los Padres; y a corregir el amor que me ofrecéis, que está distorsionado por el miedo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Las palabras que escuchamos ayer del Mensaje del Padre nos exhortaban a dar testimonio de “cuán dulce es vivir en la verdad”. El pasaje que hoy meditamos nos muestra cuán importante es transmitir también la imagen correcta de Dios.
Aquí podemos ver la profunda motivación de nuestro Padre Celestial para la “obra de amor” que vino a realizar entre los hombres a través de la Madre Eugenia: darse a conocer como realmente es, puesto que aún no lo conocemos suficientemente. Incluso los misioneros, que han hablado y siguen hablando de nuestro Padre, no han reconocido aún toda la profundidad de su amor, sino que sólo pueden dar testimonio en la medida en que ellos mismos lo conocen.
Por eso, el Padre viene personalmente en nuestra ayuda, al traernos este Mensaje y pidiendo que sea difundido. En efecto, cuando uno lee el librito “El Padre habla a sus hijos” (https://www.amadopadrecelestial.org/mensaje) –y quizá también los “3 minutos para Abbá” contribuyan a ello–, nuestro Padre se nos vuelve más cercano. Hemos de perder cualquier miedo a Él, sin por eso caer en una excesiva familiaridad.
Resulta evidente la importancia de este encuentro más profundo con Dios. Nuestro Padre quiere convencer a todos los hombres de su amor paternal y que nosotros seamos los mensajeros de este amor. ¡Este es su más profundo deseo! Si nos acercamos más a la llama de su amor, éste su deseo se convertirá también en nuestro ardiente deseo, bajo el influjo del Espíritu Santo. De esta manera, el Padre mismo se encarga de sanar nuestra falta de amor a Él y de corregir y perfeccionar el amor que le ofrecemos, que a menudo está distorsionado por el miedo. Recordemos que la mayor intención de nuestro Señor era glorificar al Padre.
Precisamente en estos tiempos tan oscuros, el ofrecimiento de nuestro Padre es un rayo de luz resplandeciente, capaz de disipar las tinieblas. ¡Su oferta está ahí para cada persona!