“NO FATIGAR EL ALMA”

 

«Evita las cosas irrelevantes que entorpecen, paralizan, quitan fuerza e impulso y fatigan el alma» (Palabra interior).

La frase de hoy no se refiere a una recreación y descanso legítimos, sino a la distracción de nuestras vidas. Con facilidad nos desviamos de lo esencial y nos perdemos en trivialidades. En una época en la que los medios de comunicación y los teléfonos móviles dominan en exceso la vida de las personas, quizá ya ni siquiera notemos la distracción. Puede que ya nos hayamos acostumbrado a ese ritmo de vida disperso y agitado, e incluso que nos sintamos a gusto con él.

Sin embargo, nuestra alma sufre bajo esta dispersión, porque fue creada para Dios y anhela permanecer cerca de Él. Nuestro Padre mismo la anhela para unirse a ella. Cuando esto sucede, el alma recibe, a través del poder de Dios, la gracia necesaria para cumplir la tarea que le ha sido encomendada. La fuerza del alma también se renueva una y otra vez cuando se alimenta de la Palabra de Dios, de los santos sacramentos y de las múltiples formas en que se abraza íntimamente a su amor.

Sucede lo contrario cuando el alma se entrega a muchas cosas irrelevantes. Éstas consumen sus fuerzas y la dejan vacía. En cierto modo, el alma se deja abrazar por estas trivialidades y pierde así su vigor y su concentración en el Señor. Se fatiga espiritualmente porque lo insignificante le deja un cierto sinsentido.

Por eso es muy importante que estemos atentos y nos cuestionemos a qué dedicamos nuestro tiempo fuera del cumplimiento de nuestros deberes, y que percibamos cuántas distracciones deliberadas agobian a nuestra alma. Nuestro Padre nos ayudará a deshacernos de ellas y también nos librará del agrado que podemos sentir en las distracciones.