NO ESTANCARSE 

“Considero imposible que el amor se contente con permanecer estancado en un mismo lugar” (Santa Teresa de Ávila).

El amor no puede contentarse con permanecer estancado en un mismo lugar, porque es infinito. “Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,16).

Pensemos en nuestro Padre Celestial. ¿Acaso no es una gran alegría para Él agasajarnos de todas las formas posibles? ¿Acaso no nos espera el regalo más grande en la eternidad, cuando estemos para siempre con Él? “Ahora vemos como en un espejo, borrosamente; entonces veremos cara a cara” (1Cor 13,12).

“El amor nunca acaba” (v. 8a). Sin duda esta frase se aplica eminentemente a nuestro Padre. Pero, puesto que este amor ha sido derramado en nuestros corazones (Rom 5,5) y nos transforma interiormente, tampoco nuestro amor querrá estancarse, pues de lo contraría correría el peligro de enfriarse. Al convertirse en el eje que define nuestra vida, el amor no reposará hasta aprovechar todas las oportunidades que se nos ofrecen para amar tanto como sea posible para nosotros, los hombres. Y eso puede llegar hasta la entrega de nuestra propia vida.

Si nuestra capacidad de amar está centrada en primer lugar en nuestro Padre Celestial, se renueva constantemente en la fuente del amor. Por eso es importante que, si tenemos una vida activa en las obras de caridad, volvamos una y otra vez a beber de la fuente divina y realicemos todos nuestros actos de amor con la mirada puesta en Dios, de manera que lo glorifiquemos conscientemente. Fue nuestro Padre quien despertó en nosotros el amor, y éste no cesará de crecer si seguimos sus mociones.