«La tristeza es un gran obstáculo: sofoca la vida, empaña la luz y extingue el fuego del amor» (Juan Taulero).
Los maestros de la vida espiritual nos advierten insistentemente contra los pensamientos lúgubres a los que damos cabida en nuestro interior. Los padres del desierto los designan como “tristitia”, refiriéndose a una tristeza desordenada. Esta es totalmente distinta a la tristeza que podemos sentir por nuestros pecados personales y que lleva al arrepentimiento, o a la tristeza por los pecados del mundo, que nos lleva a orar y sacrificarnos por la humanidad.
La “tristitia”, en cambio, provoca aquello que Juan Taulero describe y, además, nos ata profundamente a nosotros mismos. Si le damos rienda suelta, se convierte también en una carga para los demás, que, por lo general, no saben cómo lidiar con ella. Cuando hablamos de “tristitia” no nos referimos a una depresión patológica que requiere su debido tratamiento, sino a dejarse llevar por los sentimientos melancólicos.
Por tanto, se nos exhorta urgentemente a contrarrestar la inclinación a la tristitia y hacerlo de raíz. Basta con preguntarnos si acaso a nuestro Padre Celestial le agrada encontrarnos en tal estado y si es acorde a su amor. De esta manera, dejamos de mirarnos a nosotros mismos y muy pronto constataremos que no hay ningún motivo ante el Señor para entregarnos a los sentimientos melancólicos. Por eso debemos tomar una decisión con la voluntad y dirigirnos al Señor, que no nos dejará sin las ayudas necesarias.
Aunque no podamos simplemente pasar por alto tales sentimientos y generar una alegría artificial, sí debemos seguir el consejo del apóstol Santiago: «¿Está triste alguno de vosotros? Que rece» (St 5,13). También podemos pensar en los demás y, por amor a ellos, no agobiarlos con nuestras tristezas desordenadas.
Los que estén interesados en profundizar en este tema, pueden escuchar la conferencia del Hno. Elías sobre “¿Cómo lidiar con la tristeza?” en el siguiente enlace: