“Es a vosotros, creaturas mías, a quienes vengo a mostrar mis entrañas paternales, apasionadas de amor por vosotros, hijos míos” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Nuestro Padre quiere mostrarnos su Corazón. A nivel humano, sabemos lo que significa que una persona le diga a otra que su corazón le pertenece. Significa que se lo ha abierto de par en par, para que ella pueda encontrarse con lo más íntimo de su ser.
En estos términos nos habla nuestro Padre. Él quiere que conozcamos su Corazón y nos ha dado acceso a él. Allí debemos poner nuestra morada eterna. Así podremos descubrir cada vez más su amor, vivir en él y atestiguarlo con nuestra vida entera: “Quiero que seáis testigos de mi amor infinito y misericordioso.”
En nuestro camino de seguimiento de Cristo, se nos invita –aunque en esta vida sea todavía “como a través de un espejo, borrosamente” (1Cor 13,12)– a conocer e interiorizar algo de Dios al leer las Sagradas Escrituras, al recibir los santos sacramentos, al participar en la vida de la Iglesia.
Nuestro Padre quiere además permitirnos experimentar su amor desde dentro. Este encuentro con sus “entrañas paternales” pertenece al ámbito de la mística, que describe la experiencia interior y el diálogo íntimo del alma con Dios. Aquí resulta particularmente evidente que la relación con Él es, ante todo, un asunto del amor y una unificación en el amor. Sólo esto podrá saciar plenamente el hambre del alma, porque ella ha sido creada para esta unión con Dios.
Nuestro Padre nos lo pone fácil para que entremos en esta dimensión interior de su amor por nosotros. Sólo tenemos que acercarnos confiadamente a Él, llamándolo con el nombre de “Padre” y dejándonos amar por Él como hijos suyos. ¡Todo lo demás vendrá por añadidura!