MIRAR JUNTO A JESÚS HACIA EL PADRE 

“Elevad la mirada junto a mí hacia el Padre, y entonces todo saldrá bien, sea lo que sea” (Palabra interior).

Estas palabras son una invitación de nuestro Señor a imitarlo siguiendo el mismo camino que Él siguió, y a recorrerlo de la mano de Él.

El Señor lo hizo todo con la mirada puesta en el Padre, pues por Él fue enviado y a Él debía glorificar. Muchos pasajes del Evangelio dan testimonio de ello: “Yo te he glorificado en la tierra: he terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera” (Jn 17,4).

Es importante aprender a mirar al Padre con los ojos de Jesús, en su Corazón; ver al Padre con la mirada de amor del Hijo y amarlo con el amor de Jesús.

“Padre, quiero que donde yo estoy también estén conmigo los que Tú me has confiado.” También estas palabras podemos aplicarlas a nuestra meditación de hoy. El Señor quiere que glorifiquemos al Padre a Su manera, llevando a cabo en unión con Él la obra que Dios nos ha encomendado realizar.

Esto será posible si no confiamos en nuestras fuerzas humanas, tan limitadas, sino en la fuerza de Dios; si, al igual que nuestro Señor, nos vemos a nosotros mismos como personas que el Padre ha llamado y enviado a este mundo para dar testimonio de su amor siendo luz del mundo.

Mirar al Padre con Jesús significa unificarse plenamente con la santa voluntad de nuestro Padre, de manera que ésta se nos convierta en verdadero alimento (cf. Jn 4,34).

Si recorremos este camino con nuestro Señor, todo lo que hagamos saldrá bien, porque nunca perderemos de vista a nuestro Padre Celestial. Incluso en las horas de mayor aflicción y tribulación, la mirada de Jesús –y por tanto la nuestra– permanece fija en el Padre. Pase lo que pase, nos sabremos cobijados por el amor de nuestro Padre Celestial.