«¡Mira hacia adelante y prepárate!» (Palabra interior).
Es una exhortación que el Señor nos dirige con frecuencia. No debemos mirar atrás, sino hacia lo que está por delante (cf. Fil 3,13). Esto no significa pasar por alto ciertas cosas del pasado que deben ser puestas en orden y por las que quizá tenemos que pedir perdón. Sin duda, nuestro Padre quiere que lo hagamos como es debido. A lo que se refiere la frase de hoy es a que avancemos hacia la meta, con la mirada fija en Dios y desprendiéndonos de todo aquello que pueda impedirnos alcanzarla.
A menudo estamos demasiado ocupados con nosotros mismos, con ilusiones y deseos difusos o con la decepción de que las cosas no hayan salido como esperábamos. Todo esto nos paraliza.
Mirar hacia adelante significa preguntarle al Señor: «¿Qué debo hacer? ¿Qué planes tienes para mí? ¿Cómo debo afrontar el mañana?».
Aquí entra en juego la segunda parte de la frase de hoy: debemos prepararnos y equiparnos. San Pablo diría que debemos revestirnos con la armadura de Dios (Ef 6,11-18): el escudo de la fe, el yelmo de la salvación, la espada del Espíritu, etc. Nuestro Padre quiere que, como hijos suyos, llevemos a otras personas a creer en Él. Para ello, debemos prepararnos cada día en la escuela de su amor: hoy, mañana, pasado mañana… Hoy preparamos el mañana para que, si Dios nos concede vivirlo, sea un día más impregnado de amor; mañana preparamos el día siguiente y así sucesivamente. En ello debemos enfocarnos.
En este sentido, miramos hacia adelante y nos preparamos aquí y ahora para el gran mañana en la eternidad.
