MI CORAZÓN TE PERTENECE

“Mi corazón te pertenece y tu corazón me pertenece” (Palabra interior).

¡A tal punto nuestro Padre quiere estar unido a nosotros! No olvidemos nunca que la relación de amor entre Dios y los hombres es una historia de amor. El Señor quiere que el carácter de esta relación que Él procura tener con sus hijos corresponda a las palabras citadas: “Mi corazón te pertenece y tu corazón me pertenece”.

Cuando dos personas se declaran sinceramente su amor de esta manera, podemos reconocer que se trata de un “gran amor”, que refleja calidez e intimidad; y nos alegraremos al verlo.

Si esta relación se da entre el Esposo divino y el alma, se hace realidad un amor que abarca el cielo y la tierra.

Cuando en un hombre y una mujer despierta un gran amor mutuo, serán capaces de dejar a su padre y a su madre para edificar un hogar en el que pueda surgir nueva vida (cf. Gen 2,24). Si una persona ha sido inflamada por el amor de Dios, y Dios se ha convertido para ella en su “gran amor”, también podrá dejar todo atrás por causa de este amor. Su corazón se ensanchará para que en él quepan muchas personas. Así, a través de este amor, Dios puede bendecir a muchas personas y engendrar vida espiritual.

El “gran amor”… ¿Quién no lo busca? En realidad, Dios nos lo ofrece y, al mismo tiempo, nosotros lo somos para Él:

“Mi cielo, en cambio, está en la tierra con todos vosotros, oh hombres. Sí, es en la tierra y en vuestras almas donde busco mi felicidad y mi alegría” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

¡Es así de sencillo! Simplemente tenemos que creer que el Señor nos ama, tal como nos lo declara una y otra vez de incontables maneras. Presentémosle nuestro corazón, que a menudo sigue siendo frío e indiferente, y permitamos que su amor actúe en nosotros.

Si seguimos las mociones del Espíritu Santo, se derretirá todo aquello que impide la plena realización del amor. Él no se detendrá, siempre y cuando le permitamos llevar a cabo su obra. Él nos atraerá y nos inducirá a realizar las obras del amor. Así, en nuestro corazón despertará cada vez más el “gran amor”. Ya lo hemos hallado y, con la gracia de Dios, crecerá más y más y jamás cesará. De esta manera, se harán realidad en nosotros las palabras que el Padre nos dirige:

“Mi corazón te pertenece y tu corazón me pertenece.”