“MI ALEGRÍA AL ESTAR ENTRE VOSOTROS”

Mi alegría al estar entre vosotros no es menor a la que experimentaba cuando estaba junto a mi Hijo Jesús durante su vida terrenal” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

¡Qué afirmación de nuestro Padre! Él nos introduce en el misterio de su amor a tal punto que apenas podemos captarlo. ¿Podría haber un amor más grande que el del Padre por su Hijo Unigénito, quien le fue obediente hasta la muerte (Fil 2,8), en quien halló su complacencia y a quien nos mandó que escucháramos (Mt 3,17)? ¡El Señor nos introduce y nos hace partícipes del amor intratrinitario!

Podemos comprender la complacencia de nuestro Padre en Jesús, pues Él no hacía otra cosa que glorificarlo y cumplir su Voluntad en todo. El Padre Celestial no pudo haber tenido un Hijo más perfecto que Aquél a quien envió al mundo para redimirnos.

Y este amor Dios nos ofrece, queriendo acompañarnos a lo largo de nuestra vida como lo hizo con su Hijo, protegernos como a Él y llevarnos al cumplimiento de nuestra misión en este mundo como Jesús la cumplió. ¡Para el Padre es una alegría estar entre nosotros!

Es cierto que no nos resulta fácil entenderlo, siendo así que nosotros, los hombres, ni de lejos alcanzamos la perfección de Jesús, ni tampoco vivimos en la paz y unidad que corresponderían al amor.

Pero, si el Padre lo dice, simplemente debemos creerle. Es este inexplicable amor de Dios, que no se detiene en nuestras faltas, que quiere perdonar nuestros pecados, por muy graves que éstos sean; que no espera que ya seamos santos… Antes bien, su amor nos santificará, si nos dejamos transformar por él. Dios nos ve con esta mirada; la misma mirada con la que nos vio al llamarnos a la vida; la misma mirada con la que quiere redimirnos y llevarnos a la perfección.

¿Quién tiene un Padre así? ¡Nosotros lo tenemos! Y Él simplemente quiere que nos dejemos amar por Él y que aprendamos a amar. ¡Ésta es su gran complacencia en nosotros!