MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: “Repercusiones concretas de las falsas doctrinas”

Aplicando la «discreción» tal y como se la entiende en la terminología eclesiástica, hemos dirigido nuestra atención en primer lugar a la situación actual de la Iglesia. La meditación de ayer concluyó con algunas reflexiones del filósofo Dietrich von Hildebrand, caracterizado por su don de discernimiento. Sin adoptar posiciones extremas, sí observó con mucha precisión las tendencias nocivas en la Iglesia, sobre todo después del Concilio Vaticano II.

Tanto Hildebrand como otros señalaron que la profusión de acontecimientos negativos posconciliares no podía explicarse simplemente como errores aislados, sino que los enemigos de la Iglesia se propusieron destruirla desde dentro o transformarla en una especie de institución humanitaria. Esto último resulta particularmente peligroso, porque quizá uno no lo nota de inmediato y piensa que se trata de un humanismo cristiano, como sucede con la encíclica Fratelli tutti, que es capaz de confundir a los fieles.

Podríamos preguntarnos por qué habría de ser importante para los «fieles de a pie» estar informados sobre los acontecimientos negativos que se producen en la Iglesia. ¿No sería mejor dejar que siguieran su camino y no agobiarles con problemas? ¿No se está poniendo en peligro la unidad de la Iglesia al abordar sus derivas?

Si estas derivas no repercutieran en la vida de los fieles, podría pensarse en ahorrarles ese problema. Pero no es el caso. Tomemos, por ejemplo, la declaración Fiducia Supplicans, en la que se insta a los sacerdotes a bendecir a las parejas homosexuales que acudan a ellos. Si la jerarquía recomienda impartir tal bendición, que el cardenal Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, considera una blasfemia, entonces la conciencia de los fieles puede confundirse.

Por ejemplo, ¿cómo deben actuar si en un encuentro familiar, en el que suelen acudir juntos a Misa y recibir la Sagrada Comunión, está también presente una pareja homosexual? ¿O qué pueden hacer si tienen familiares que viven en una segunda unión mientras sigue siendo válido su vínculo matrimonial y éstos acuden a la Santa Comunión apelando a la apertura de Amoris Laetitia? ¿Todavía se puede advertir de forma adecuada a las personas afectadas de que viven en una relación desordenada y que, por tanto, no deben acercarse a la Mesa del Señor? Después de la publicación de Amoris Laetitia, será muy difícil. Si un católico, a pesar de todo, plantea una corrección en un acto de verdadero amor al prójimo, probablemente escuchará como réplica que el Papa lo ha permitido y será fácilmente tachado de intolerante y apartado de la familia.

No se trata de ejemplos ficticios, sino de casos reales que muestran cómo los errores doctrinales y pastorales oscurecen el testimonio de la Iglesia y tienen repercusiones concretas en la vida de los fieles.

Pongamos otro ejemplo: pensemos en un grupo de oración mariano. Debido a su fuerte unión con la Virgen María, sus miembros suelen ser muy fieles a la doctrina y muy fervorosos. Resulta que llevan muchos años orando con gran celo por la conversión de los hombres, especialmente por los que pertenecen a otras religiones, para que se encuentren con Jesús y con la Santa Iglesia. Quizá incluso se dedicaron a rezar particularmente por los judíos para que, después de tantos siglos, reconocieran finalmente a su Mesías. Pero un día llega alguien a contarles que el Papa ha dicho que todas las religiones corresponden al querer de Dios. Tal vez todavía lo escuchan con asombro.  Más tarde, se les comunica que el Papa ha dicho que todas las religiones son caminos hacia Dios.

¿Qué se supone que deben pensar ahora? Como fieles católicos, suelen obedecer de buena gana al Papa, ¿y ahora qué? Tal vez incluso se les exhorte a que, siguiendo las intenciones de Francisco, mejor recen para que los judíos sean mejores judíos, los musulmanes mejores musulmanes, los hindúes mejores hindúes… ¡Qué confusión! Solo cabe esperar que estos fieles no se dejen engañar y sigan orando fervorosamente por la conversión de todos los hombres, incluidos aquellos que pertenecen a otras religiones y aún no han conocido a Jesús.

Y si incluso para los «fieles de a pie» es importante estar informados sobre los errores del actual pontificado, consecuencia y condensación de decisiones equivocadas del pasado, ¡cuánto más para aquellos que están llamados a transmitir la fe católica de diversas maneras!

En mis numerosas meditaciones y conferencias, he abordado una y otra vez la crisis de la Iglesia. También he publicado una serie de escritos y vídeos titulada “Las 5 heridas de la Iglesia”, comenzando por Amoris Laetitia, que pueden encontrarse en los siguientes enlaces:

Videos: https://www.youtube.com/playlist?list=PL3VXkqQH5VdVf3BhKvVpk3kyqNs8Gs3SS

Escritos: https://es.elijamission.net/wp-content/uploads/2025/03/LAS-CINCO-HERIDAS-DE-LA-IGLESIA.pdf

Solo puedo recomendar esta serie, porque demuestra que no se trata de errores aislados, sino que está actuando un «espíritu distinto» que quiere debilitar a la Iglesia para que ya no dé un testimonio claro del Salvador al mundo.

Para concluir la meditación de hoy, escuchemos algunas reflexiones del filósofo Dietrich von Hildebrand, quien nos acompaña estos días con su agudo discernimiento de los espíritus. Sobre la relación con los judíos escribe lo siguiente:

«El ecumenismo mal entendido —una enfermedad que también podría llamarse ecumenitis— ha mostrado los resultados más sorprendentes. Hoy en día, es muy común en la Iglesia la tendencia a considerar la religión de Israel como un camino paralelo a Dios, que quizá solo es menos perfecto que el cristiano. En consecuencia, ya no habría que esforzarse por convertir a los judíos, sino dejarles que sigan su propio camino con respeto y estima».

A continuación, Hildebrand señala que esta tendencia contradice la Sagrada Escritura y llega a la siguiente conclusión:

«Aparte de la contradicción con las palabras de Cristo y de los apóstoles —de hecho, con toda la doctrina de la Iglesia—, este planteamiento representa la mayor falta de caridad hacia los judíos. La esencia más profunda del amor al prójimo es la preocupación por su salvación eterna» (El viñedo devastado, capítulo 11).

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