«Combatid por la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre» (Jud 1,3).
El gran tesoro de la fe requiere todo nuestro empeño para protegerlo. No se trata solo de la dimensión interior, de luchar cuando sufrimos tentaciones, cuando sucumbimos a nuestras debilidades y nos topamos una y otra vez con los abismos de nuestro corazón que aún no han sido penetrados por la luz de Dios.
En la frase de hoy, el apóstol Judas nos exhorta a defender nuestra santa fe con todo lo que ello conlleva. Es una fe transmitida, un tesoro que nos ha sido encomendado. Por tanto, no es una posesión con la que podamos experimentar como si fuera nuestra. Tenemos la responsabilidad ante Dios y ante los hombres de que el bien inestimable de la fe se testifique de la mejor manera posible a través de nuestra vida y de nuestras palabras.
¿Qué diría nuestro Padre si empezáramos a descuidar la fe, si permitimos que el espíritu de la época la corroa, si la dejamos de lado, si nos alejamos de su Hijo y nos volvemos a los ídolos?
Dios ya se ha pronunciado claramente al deplorar una y otra vez la infidelidad de Israel en el Antiguo Testamento. ¿Acaso actuará de forma distinta con nosotros? ¿Ha cambiado nuestro Padre? ¿Será que hoy en día ya no es tan importante vivir de acuerdo con sus mandamientos y anunciar a Aquel que es el único camino que conduce a Él? ¿Podemos permitir sin más que la verdad sea diluida?
La frase de hoy nos da la respuesta: ¡estamos llamados a combatir por la fe! Es preciso anunciarla y defenderla. Quienquiera que la ataque, ya sea dentro o fuera de la Iglesia, deberá toparse con nuestra resistencia. Esta lucha puede llegar hasta el testimonio de la sangre. Por la fe entregaron su vida los mártires, que nos exhortan: «¡Ahora ha llegado vuestro momento! ¡Ahora sois vosotros quienes debéis probar vuestra fidelidad! ¡No os dejéis engañar!».
Y nuestro Padre solo tiene que recordarnos las palabras de su Hijo: «Bienaventurados cuando os injurien y os persigan por mi causa…» (Mt 5,11). ¡Entonces sabremos lo que Él piensa!
