Jer 18,18-20
En aquellos días, ellos dijeron: “Vamos a tramar algo contra Jeremías, porque no va a faltarle la ley al sacerdote, el consejo al sabio, ni al profeta la palabra. Vamos a calumniarle y no hagamos caso de sus palabras.” Estate atento a mí, Yahvé, y oye lo que dicen mis contrincantes. ¿Es que se paga mal por bien? ¡Pues me han cavado una fosa! Recuerda cuando acudía a ti, para hablar en favor de ellos, para que no les alcanzara tu cólera.
Sí, realmente existen los planes de iniquidad, y en estos planes oscuros también puede haber conspiraciones. En la lectura que hoy escuchamos, tramaron algo contra Jeremías, y lo mismo hicieron también con Nuestro Señor, queriendo tenderles trampas. En el plano espiritual, esta malicia se dirige contra todos aquellos que sirven al Señor, para procurar apartarlos de su camino o, al menos, ponerles trabas.
En el caso de Jeremías, le eran conocidos sus adversarios e incluso había intercedido por ellos ante el Señor. Lo mismo en el caso de Jesús, que sabía que había fariseos y escribas conspirando contra él. Pero no siempre se puede identificar con tal claridad a los que traman maldades. A veces estas cosas suceden de forma oculta, y no sabemos quiénes, por el lado humano, están involucrados en los planes de iniquidad.
Sin embargo, sí que sabemos quién es el último actor en estos planes, y eso es lo más importante. Detrás de toda acción hostil a Dios, están las intenciones de Satanás, ya sea que él mismo las ejecute directamente o que se valga de personas que actúan bajo su influjo e inspiración.
Tomemos como ejemplo la ideología de género. No pocos políticos y otras personas apoyan y promueven esta ideología demoníaca, sin saber lo que están haciendo en realidad. Así, estos tales están involucrados en una especie de “complot” o “conspiración” contra el Creador, aunque probablemente la mayoría no haya tomado conscientemente esa decisión.
Vemos, entonces, que no es tan sencillo categorizar estas conspiraciones. Hay muchos ejemplos de cómo se forjan estos ‘complots’, y en muchos casos serán los demonios o las personas que actúan bajo el influjo del mal, quienes se aprovechan de otras personas, que muchas veces no saben en lo que se están metiendo.
Yo pienso que incluso en la masonería no todos los miembros saben exactamente a quién están sirviendo al unirse a sus logias. ¡Muchos creerán estar haciendo algo bueno por la humanidad! Probablemente habrá otros entre ellos que sepan muy bien que las metas que persiguen no corresponden al plan de Dios, y habrá otros tantos que sí que conocen quién es, a fin de cuentas, el inspirador de la masonería.
Normalmente nosotros no sabremos distinguir a ciencia cierta estas diferentes posibilidades, y de hecho tampoco es importante que conozcamos estos detalles, a menos que se nos haya confiado la tarea especial de sacar a la luz estos planes inicuos.
Seamos cautelosos y prudentes, pues si nos ocupamos demasiado con los planes del mal, sean éstos reales o supuestos, terminaremos –sin darnos cuenta– siendo atraídos por la fascinación de la oscuridad. Entonces, nos confundiremos a nosotros mismos y tal vez también a otros, y además perderán credibilidad nuestras opiniones.
Por eso, hay que lidiar de forma correcta con los planes de iniquidad de Satanás. Y es que éstos son destruidos por los planes salvíficos de Dios: “El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo” (1Jn 3,8).
Entonces, cuando percibamos las maquinaciones del mundo de las tinieblas, dirijamos nuestra mirada a Dios. Y puesto que suelen haber personas involucradas en estas obras oscuras, oremos por su liberación.
Nuestra esperanza ha de estar puesta únicamente en Dios, quien sabe integrarlo todo en su plan de salvación, incluso lo oscuro. Cuanto más nos rodeen las tinieblas, tanto más importante se vuelve la oración y la fe en la victoria de Cristo, que se consumará en todo el orbe de la tierra.