“El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor” (Prov 19,21).
Sabio es aquel que no sigue simplemente las inclinaciones de su propio corazón, sino que examina si éstas van de acuerdo a los designios del Señor. En efecto, sus designios prevalecen. No pocas veces, nuestras abundantes fantasías, sueños y deseos no sirven más que para confundirnos. Nos hacen vivir en una ilusión e incluso pueden hacernos prisioneros de ciertas expectativas, que al fin y al cabo terminan no cumpliéndose. Entonces dejan en el alma un vacío y decepción.
Es muy distinto cuando buscamos los designios de nuestro Padre. De hecho, no es difícil hacerlo, porque Dios no deja sin respuesta a aquel que lo busca y lo llama sinceramente.
El Padre nos concede los siete dones del Espíritu Santo. Entre ellos, es especialmente el espíritu de consejo el que nos ayuda a buscar y reconocer los designios de Dios. Aunque no entendamos inmediata ni completamente cuáles son los proyectos de su Corazón, sabemos que éstos son siempre veraces y para nuestro bien. Así, aprendemos a esperar en Dios.
Sabio es aquel que aguarda las instrucciones del Señor, hasta que reconozca claramente su luz para los caminos que ha de emprender. En efecto, son las sendas del Señor las que debemos recorrer. ¿Acaso nuestro Padre nos dejará sin respuesta si le pedimos que nos instruya en sus sendas y que nos muestre el próximo paso a dar?
“Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos” (Sal 32,8).
Recurramos a nuestro consejero divino. ¡Nuestro Padre nos responderá! Puede hacerlo de muchas maneras: ya sea que nos instruya directamente en nuestro interior, que nos dé luz a través de una palabra de la Escritura, que nos ofrezca el consejo correcto a través de nuestro acompañante espiritual o de otra persona, que leamos en un libro precisamente lo que necesitábamos escuchar, etc…
Refrenemos nuestros propios proyectos y presentémoslos confiadamente al Padre. Él nos enseñará a prestar cada vez más atención a sus designios y purificará nuestro corazón de todo aquello que no esté de acuerdo a sus planes.